Desde el martes 4 hasta el día 30 de diciembre, Festival Poesía Sin Fin, en la Galería Fayad Jamís y el Taller de OMNI-Zona Franca. Calle 164 esq 5 B, Zona 7. Alamar. La Habana. Ver detalles en AlamarExpress



Ç manifiesto socioanal quirúrgi coorto dántico de
paladeOinDeleite (procesual, inorgánico, mutante...):


Concebimos la literatura en tanto otra forma de arte.



una mujer es una mujer es una mujer es un blumer es una sayasosa babosa planta sobre piernas cúbicas y destituidas líneas del frente englobo hinchados poticocos es una baticasa es un campo heredado para cosechas de hijos es una santa es una apalea da da y todo se lo debemos a ella



En la Casa de la Poesía (Habana Vieja) está hasta el día 23 de este mes la exposición de fotografía de Rafael Villares Orellana "Donde la demasiada luz forma paredes con el polvo", colaborador del primer número de la revista desliz.
Aprovechamos para anunciar que próximamente se hará la primer presentación de desliz en La Habana, también en la Casa de la Poesía, y en el que participarán varios artistas en una muestra multifacética mediante intervenciones públicas, proyecciones audiovisuales y performances.
Más adelante agregamos detalles.



"Estrella, sangre, espíritu"
Claudio Parmiggiani
Editorial Arte y Literatura, 2007.


El libro que voy a reseñar es un hallazgo en este año editorial cubano. Se trata, ni más ni menos, que de un puñado de textos literarios. Un placer extraño el encontrar este tipo de escritura hoy en día. Resulta un acontecimiento inusual, en medio de tanto libro que no es libro alguno. Nadie sabe qué cosa es un libro, pero se sabe cuando se lo tiene delante, decía Marguerite Duras. Estrella, sangre, espíritu es un libro.
Selección de los cuadernos de apuntes del pintor; según Rafael Acosta de Arriba, este volumen contiene textos generados a partir de respuestas a preguntas hechas al artista en una suerte de diálogo retrospectivo que recorre toda su obra hasta el presente. Publicado originalmente en italiano, por la Editorial Nuova Practiche, en 1995, luego tuvo una nueva aparición en lengua francesa, a través de Ediciones Actes Sud, en el año 2003. La nuestra es pues, la primera edición castellana, traducida conjuntamente por Fabrizia Leccabue (Italia) y Lourdes Arencibia Rodríguez (Cuba). En esta publicación se incluye además "Silencio a voz alta", las palabras pronunciadas por Claudio Parmiggiani para la inauguración de su muestra-instalación en el Edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes, durante la pasada Bienal de La Habana, en marzo de 2006.
El libro está ilustrado con imágenes de pinturas e instalaciones que hacen un recorrido por su obra a través de casi cuatro décadas. Aunque en blanco y negro (exceptuando la imagen de portada), se agradece esta muestra del excelente artista plástico que es Parmiggiani.
Antes de comenzar nuestra controversia en torno a algunas de las concepciones plasmadas en el libro –polémica que ocupará la segunda parte de este trabajo–, realizaremos un breve y merecido recorrido literario por las setenta y dos páginas del cuaderno.

Ni literaria, literaria
Cuanto más literaria es una obra, más es lo que debe ser y no lo que debería no ser.
No hay una sola imagen del mundo, ni una sola imagen del espíritu que no sea literaria.
El Autoritratto come ombra es una obra que no deja el menor espacio a una literatura de la imagen cualquiera que esta sea; no remite a ningún sentido, no dimana de ningún sentido. Por demás, es como cualquier otra obra, la imagen que es: una sombra.
Por otra parte, ¿podría pensarse en una sombra que no fuera literaria? La literatura es la sombra misma de las cosas y la sombra es algo muy cercano al alma de las cosas.

Ni literaria, literaria
Claudio Parmiggiani
Estrella, sangre, espíritu

Las palabras halladas en Estrella, sangre espíritu parten de una tensión y economía del lenguaje extraordinarias, dignas de un escritor que ha ejercitado su oficio. No se conoce a Caludio Parmiggiani más incursión que esta en la esfera literaria, por ello se siente asombro al asegurar que estamos frente a un verdadero artista de la letra. En torno a esto, encontramos dentro del mismo libro una frase que nos sirve de justificación y de la que echamos mano rápidamente para sentirnos más tranquilos. Suerte de conexión entre el reconocido trabajo plástico de Parmiggiani y esta magnífica muestra de sus dotes literarias, como bien resalta Acosta de Arriba en su prólogo, el pintor expresa en el texto que la poesía es la otra cara de la pintura…
La sombra, título de la primera parte de este libro, recoge pocos textos valiosos, esto es, literariamente hablando. Leemos anotaciones biográficas, afinidades y constataciones, semblanzas que cuentan de su relación afectiva con otros artistas. “El sol”, “Antagonismo” y “Ni literaria, literaria”, hacen que valga la pena no obstante este primer acercamiento. Se aprecian ya los valores que encontramos en su escritura.
La parte segunda, En sueño, no resulta ser mucho mayor que la primera en extensión, pero contiene una cantidad superior de textos. Compuestos muchos por una sola línea, es esta parte ciertamente descriptiva: la mano autoral ejercita, para beneplácito nuestro, más el mostrar que la enunciación. Diez textos denominados por números romanos, que abren la sección, son a mi entender los más preciados de este grupo; la textura verbal presenta mayores posibilidades semánticas, mayor flujo y reflujo de esa tensión que provoca el encuentro entre imagen y palabra, cuando son forzadas a la interacción por el artista. Para los textos unilineales y sin titulación, dicha tensión disminuye, así como en el resto de los textos cortos. A veces son sólo imágenes, remitidas –transcritas– por una palabra/escritura dócil, abandonada.
En Tiempo y no tiempo, tercera parte, vuelve a leerse la autobiografía. Algunas percepciones personales, íntimas. Su valor reside por ello no en lo literario, sino en su calidad de información; de señales dejadas que narran al artista.
La sección penúltima recoge en cambio sus impresiones sobre arte. A lume spento. El estudio. Los objetos, contiene exquisitos acercamientos a su trabajo, sus concepciones y posturas. Son recomendables los textos “A lume spento” –cuya traducción es A la luz de una lámpara apagada–, “Un tercer ojo”, “El alfabeto de la pintura”, “La obra inmaterial”, “Una imagen para siempre”, y su final y contundente “Qué dirección”.
Teniendo en cuenta que todo lo anterior se acerca más a la poesía como género literario, resalta en el libro su última parte, La larga mirada, compuesta por prosas reflexivas. Encontramos una carta, un escrito-manifiesto sobre la crisis de la escultura frente a las nuevas tecnologías, y también algunos textos cuyas cualidades poéticas los hace similares a los de secciones anteriores. Este es el caso de “Monumento a la nada”, uno de los más intensos del libro, y “Melancolía II”. Hay además varios pasajes híbridos, entre reflexivos y poéticos, de los que podemos citar el sorprendente “Como mirar un cuadro”.


A lume spento. Objeciones a la mirada Parmiggiani

La polémica con Estrella, sangre, espíritu parte de una lectura avisada que reconoce en Parmiggiani, en su calidad de actor social contemporáneo, contradicciones discursivas sobre las que queremos llamar la atención. A nuestro modo de ver, se trata de la interacción vital entre intensidades, oposición de fuerzas diversas que abarcan, desde una cosmovisión en decadencia, hasta las más ulteriores tendencias de la sensibilidad contemporánea.
En “Silencio a voz alta”, presentación a su obra expuesta en la IX Bienal de La Habana, (texto sumamente valioso para el que desee acercarse o ya lo está a la obra plástica e instalacionista del artista) aparecen líneas como esta: una obra no es nunca un gesto de buena educación, ni tranquilizante, ni optimista, sino un gesto duro, radical, extremo. Aunque para muchos una evidencia, estas palabras suelen ser para otros no más que un guiño provocativo; gesto incapaz de empañar la cuasi decorativa naturaleza convencionalmente achacada a las “Bellas Artes”¬.
En “Silencio a voz alta” también se lee: Técnicamente se trató de construir para destruir, y destruir para realizar una realidad nueva. (…) Trabajar con todo aquello que se desvanece, que es impalpable, inasible, con aquello que de más duradero hay: la sombra, la ceniza, el polvo. Son palabras que nos adentran a las concepciones de Parmiggiani, donde se cuestiona problemáticas tales como ¿Qué significa exponer?, ¿Qué significa hacer arte hoy?:

(…) Lo más urgente no debería ser entonces correr tras una moda artística cualquiera o una cultura de lo efímero cuya existencia, para usar las palabras de Antonin Artaud, “no ha salvado nunca a nadie del ansia de vivir mejor y de la angustia de tener hambre”, sino, extraer de aquello que creemos sea verdadera y profundamente la cultura o el arte, ideas, con intensidad y fuerzas pares a las del hombre.
Para un artista el arte, cuando es vivido con verdad, es la única, aunque silenciosa forma de existencia y de resistencia.

Claudio Parmiggiani enuncia la necesidad de verdad, la verdad como única necesidad real del arte. Pero no se trata de una verdad ideal y paradigmática, localizable y exacta, indivisible como meta alcanzable o fin; sería más bien la verdad como móvil, la meta y el fin del arte la búsqueda en sí misma. Ya que el arte, la literatura y la poesía que ama y promueve Parmiggiani, son problemáticas, según nos dice en “Silencio a voz alta”, proponen preguntas, no dan respuestas, ofrecen solo dudas.
Pese a la lucidez de estas y otras aseveraciones del pintor, es posible leer en Estrella, sangre, espíritu a un Parmiggiani que se deja engatuzar por algunas trampas del intelecto. Es el intelecto maniatado por el miedo, creemos. El miedo tiene un efecto paralizante en el individuo, le obliga a asumir una posición reaccionaria frente a los sucesos. Es a nuestro entender lo que hace que las disertaciones de Parmiggiani sucumban al vaivén de corrientes un tanto retrógradas.
Una de ellas consiste en la exposición constante de un pasado más bien paradisíaco e indudablemente utópico del arte y la sociedad humanos:
El arte debe regresar a ser arte, volver al corazón del hombre.
En la infancia del tiempo el arte fue rezo. Poco ha guardado de aquella infinita belleza. Ahora ya no somos capaces ni de rezar.
Caminamos como ciegos entre ruinas.

Suerte de semblanza del pecado original que Parmiggiani hace coincidir con el signo de desilusión del hombre contemporáneo, nihilista por excelencia, el artista plástico parece obviar que es este mismo individuo, el de la ilusión de la desilusión, quien posee las herramientas críticas, pero sobre todo la tácita sensibilidad que resulta más adecuada al arte que propone Parmiggiani; arte cuestionador, de resistencia, un arte que desdeña la enunciación de respuestas para apostar por la elaboración continua de preguntas.
“Tenemos necesidad de reconstruir”, dice Parmiggiani en su frase conclusiva de las palabras para la Bienal de La Habana, y tras leerse el libro, no cabe duda de que esta frase parte de la desilusión. Esa desilusión que es visible en “Meditación en tiempos de guerra civil”, carta-respuesta a un texto publicado por Arturo Marini. El escrito, que monologa en torno al estado actual de la escultura y las relaciones de su “crisis” con la propagación de las nuevas tecnologías, está plagado de líneas que no disimulan su pavor ante el advenimiento del reino de lo “virtual”. Es este el punto en que podemos asegurar que Parmiggiani deshace las posibilidades de su intensidad como artista y nihilista al fin y al cabo, para quedar atrapado en la mera reacción. Las fuerzas reactivas que lo motivan lo hacen conformarse con esgrimir un manifiesto que a todas luces termina por defender lo indefendible, en un ataque más rabioso –temeroso o aterrado diríamos– que coherente:

Quisiéramos que nos dejara en paz con ese delirio “virtual”.
Hay otra cosa que defender, algo que quizás es infinitamente más limitado e infinitamente menos revolucionario, pero radicalmente opuesto a lo que nos indica la propaganda.
La duda contra la certeza, la meditación contra la prisa, el atolondramiento, la conciencia contra las exaltaciones histéricas.
Estamos cansados de oír hablar de esa exaltación devastadora que parece ocupar todos los caminos y cerrar todo horizonte, de esta “orientación” que se propaga cada vez más “hacia las nuevas tecnologías”, puesto que el objetivo del arte no es maravillar.
Este obsoleto amanuense que moja en sangre el pincel para pintar su icono, nos preocupa infinitamente más.

Esta “exaltación” antitecnológica, de claros visos apocalípticos (Una visión y un hombre que se van como una especie que se extingue ), que confunde a la tecnología con todo el lastre de la sociedad actual, es contradictoria con otra que sostiene el mismo Parmiggiani en este texto, y que se encuentra ubicada al inicio del artículo:

(…) el arte jamás ha estado en crisis únicamente por el advenimiento de una tecnología genérica, cualquiera que esta sea. Primero fue la piedra, luego el fuego, el hierro, el bronce, la rueda de los sumerios… Cada nueva tecnología acompaña, es una orientación, pero no se trata de eso.
Sirve, pero sirve a otra cosa y está en función de otra cosa: no tiene nada que ver con el arte.

Si es tal y como dice, entonces, ¿por qué ponernos nerviosos? ¿Por qué no celebrar la edad virtual y seguir con lo nuestro? ¿Quizás porque en verdad el arte y la tecnología no estén tan abismalmente separadas como parece asegurar Parmiggiani?
Se impone aquí una cuestión insoslayable: si la tecnología cambia la vida del ser humano, ¿no cambiará también el arte que este produzca? Y abordando más concretamente estas relaciones entre arte y tecnología que Parmiggiani parece querer olvidar, ¿qué hay acerca de las vinculaciones obvias que permiten el surgimiento y renovación de géneros tales como el séptimo arte (con todas sus derivaciones genéricas: el videoarte, el animado, etc.) o el grabado en las artes plásticas, por poner dos ejemplos de los más convencionalizados, absorbidos ya por la Academia? El arte acoge muchas veces a la tecnología en la medida en que esta sirve para ensanchar sus presupuestos materiales, e incluso conceptuales, sin que ello conlleve por otro lado a innecesarios excesos de tecnicismo. De que el arte salga bien parado de la posible preponderancia de lo meramente artesanal se encargan y se encargaron siempre artistas como Claudio Parmiggiani.
Acercándonos más a la vertiente socio histórica del debate, pero sin apartarnos del todo de la mirada Parmiggiani –esto es, debemos decirlo, desde un discurso ontológico–, tenemos que es imposible concebir a un ser humano de hoy, habitante de la llamada Era de la Imagen, si se aparta su conciencia y experiencia de las transformaciones tecnológicas que ha sufrido el mundo en las últimas décadas.
Pero Parmiggiani insiste: por medio de una visión ciertamente arqueológica que no se separa de la edad antigua de la civilización humana, asegura que la nueva oleada tecnológica amenaza con acabar con todo el arte y crear a un sujeto que ya no sabe qué hacer con el arte porque no sabe tampoco qué hacer con la mano, ni del infinito que lleva dentro de la mano ;

Hay algo más que el malestar de un pensamiento o de un arte frente a un presunto mundo tecnológico. Es que, para un hombre paleocristiano, antiguo, mágico, con la proa y el ojo todavía vueltos hacia una estrella en la noche, para un Ulises, solo, sin Ítaca, sucede ahora por primera vez sin transición ni transición, otro ser. Un individuo diferente, que avanza con paso seguro, que desconoce la duda, que habla otro alfabeto.
Un individuo y una sociedad que ya no se reconocen en la cultura ni en el arte, ya no necesarias y de los que pueden prescindir.
Es como un trauma, una columna ancestral de repente agrietada.

Esta catastrófica manera de ver el presente, cuyo miedo a la tecnología le hace concebir cosas tales como una sociedad que pueda prescindir de la cultura y del arte, y un ser humano ajeno a la duda, está apoyada en su noción estrictamente antropomórfica del sujeto histórico:

El primer gesto, la huella de la mano: la infancia de un arte.
El último, gesto extremo, la huella de la mano.
Entre estos dos gestos, toda la aventura de un arte que fue.
(…) Cézanne, Malevitch, Duchamp, De Chirico marcaron el inicio de una nueva manera de pensar el arte, siempre con la mano, como Massaccio.
El arte es un acto vinculado a la sangre y la única tecnología de la que siempre se ha servido es la espiritualidad que está en la mano, en el ojo y en el alma. Un acto tanto más inmutable en la medida que quien lo conciba sea un hombre orientado hacia la naturaleza con el sentimiento de lo trágico y la fe.

Parmiggiani se acerca manifiestamente en líneas como estas a la noción de cuerpo natural. Desconoce –y llegamos a pensar que se trata realmente de desconocimiento cuando leemos un sorprendente salto histórico que lanza al hombre antiguo a una caótica edad contemporánea que está a punto de disolver su esencia para siempre– los diversos estadios por los que este ente hubo de transitar, transformándose, hasta llegar a lo que podemos llamar el ser humano del siglo XXI. Pasa por alto sin más, en su antropomorfismo a ultranza versus “virtualidad”, como a partir del siglo XVIII el cuerpo fue material idóneo de técnicas de control que buscaron conceptualizar al sujeto, y que concibieron el material corporal como materia prima destinada a la producción y reproducción. El hospital, el instituto psiquiátrico, la prisión, la fábrica, eran las instituciones indicadas, al decir de Michael Foucault, para socializar dicha energía. Un poco después, a fines del XIX, aparece una proliferación de discursos sobre el cuerpo (el psicoanálisis, las bio-ciencias…) cuya pluralidad pone en crisis esa visión dicotómica cuerpo/mente, paradigma racionalista que confinaba el cuerpo al naturalismo. Se trata entonces del establecimiento del relato moderno, como aprecia Rosi Braidotti: la abundancia de escritos sobre sexualidad que data de finales del XIX, corrobora una estructura discursiva propia a la modernidad; aquella que hace coincidir, genealógicamente hablando, el tópico del cuerpo vivo con el desgaste de la noción unificada del sujeto corpóreo. Para el hombre y la mujer de hoy el cuerpo es algo difuso, fragmentario en el mejor de los casos, y de ninguna manera natural. Estamos acostumbrados a no sentir extrañamiento ante los marcapasos, los injertos y transplantes de grasa, las liposucciones y la silicona o el tratamiento para la desintoxicación del tabaquismo mediante el parche transdermal. En el año 2002, Beatriz Preciado aborda esta visión de la corporalidad contemporánea en su Manifiesto contra-sexual, a través de la experiencia del transexual y sus sucesivas, así como drásticas transformaciones fisiológicas y por ende sensitivas.
El cuerpo, y más aún, lo que solemos llamar la naturaleza humana, obtienen hoy una extraña condición de artificio tecnológico. Precisamente en un mundo donde muchas mujeres no desean experimentar físicamente la reproducción, contamos con ese fenómeno expansivo que viene a ser el negocio de los bebés artificiales, confeccionados en el interior de los mayores y mejores provistos laboratorios, y al cuidado de las más competitivas transnacionales de la biotecnología universal. Como bien dice Braidotti, hacer bebés es uno de los desvelos fundamentales del ansioso occidente postindustrial. Ello justifica la aparición de marcas registradas y patentes que garanticen la calidad del producto.
La noción de cuerpo en nuestros días no es ya precisamente la del paradigma universal racionalista –en franca decadencia–, sino una visión no unitaria, no cartesiana, que difiere en mucho de la adoptada por Parmiggiani, quien habla desde una construcción metafísica del mismo. Para exponer un punto de vista más actual en torno a la corporalidad, nos haremos eco de la propuesta de Rosi Braidotti; aquella que se pronuncia posterior a la visión sicoanalítica del sujeto, y que especifica que el cuerpo no puede captarse o representarse plenamente: excede la representación.
La mirada Parmiggiani reproduce una ontología cuya política es el sostenimiento de una esencia primordial e inherente al ser humano. El proyecto epistemológico posmodernista, en cambio, sostiene un enfoque postmetafísico del cuerpo.
De Arriba habla de una melancolía plena en la poética de Claudio Parmiggiani. Se refiere probablemente a esa tristeza contundente y al peso ineludible de un ánimo gris que se percibe en las líneas del libro. Por medio del pathos, veta subterránea que no se agota jamás en Pamiggiani, y que para este consiste en uno de los móviles del arte , se adhiriere su poética al uso más convencional en occidente de lo “trágico” (Para mí, hay más vida, o mejor dicho, más verdad, más sentido de lo trágico en un pedazo de trapo tirado al suelo que en toda la tragedia griega clásica. ) Lo trágico en su acepción aristotélica –la tragedia entendida por Aristóteles como esa suerte de purgación médica o sublimación moral–, y no en tanto su vertiente dionisiaca de afirmación, esa que Nietzsche reivindica a partir de El origen de la tragedia. Para Nietzsche la tragedia es afirmación vital, obra donde el poeta concibe y hace danzar con pies ligeros los azares y el libre juego de fuerzas de la existencia. El poeta trágico no es quien teme al destino, sino quien le contempla en toda su plenitud, quien le recibe sin resentimiento ni vanas culpabilizaciones, e incluso, quien le provoca. Es aquel que libra una batalla dionisiaca.
Según la revisión que Gilles Deleuze hace de Nietzsche, este renuncia más adelante a la concepción del drama que aún sostenía en El origen de la tragedia; porque el drama es todavía un pathos, el pathos cristiano de la contradicción. Más tarde, en Ecce Homo, ese libro esclarecedor que el mismo Friedrich Nietzsche hiciera sobre sí mismo y sobre su obra, emerge el filósofo trágico en su plenitud; tengo derecho a autoconsiderarme como el primer filósofo trágico, es decir: como la antítesis extrema y antípoda del filósofo pesimista.
Amor fati, es la fórmula que el filósofo trágico enuncia en Ecce Homo para la grandeza humana, el amor fatal –la fatalidad de quien apuesta, del jugador que provoca el azar, que no le teme, y que recibe de ello su tirada, la tirada fatal–. El jugador que no antepone una finalidad antes de lanzar los dados (la eterna araña de la razón que menciona Nietzsche con frecuencia en La genealogía y la moral: Lucho contra la araña universal; esa araña que teje sus redes de causalidad y solo lleva a la acumulación de resentimiento). El amor fati, la fórmula para la grandeza humana nietzscheana, conlleva el no enmascarar el acontecer vital: No basta soportar, ocultar lo necesario –el idealismo es la mentira frente a la necesidad-: hay que amarlo también…; conlleva el no huir de la realidad, el aprobarla, el deshacerse del idealismo, de esa fuga ante la realidad, a la que se nombra “ideal”.
La concepción de Parmiggiani, portador de una religiosidad explícita y visiblemente apegado a la concepción judeo-cristiana occidental, hace que se le pueda leer más bien desde el cristianismo fundado por San Pablo. El creador del cristianismo no es Cristo, sino San Pablo, dice Deleuze, el hombre de la mala conciencia, el hombre del resentimiento. A Cristo, semejante a Buda en pensamiento, se le aplica la censura de la época, y se transforman su muerte y doctrina para conciliarle con la disposición política vigente.
Se sabe que San Pablo tuvo una educación grecorromana donde bebió bastante de Aristóteles, así como de Platón. En sus textos puede leerse la cita constante a Eurípides, ese dramaturgo griego que era objeto de sátiras en su época por la amargura y acritud de sus piezas teatrales, donde intentaba ser fiel a la realidad lamentándose ante la corrupción humana o enalteciendo el heroísmo en algunos de sus personajes –no en balde fue influencia fundamental en el teatro del renacimiento–. Las fuentes de San Pablo tienen mucho de deudoras de todo aquel resurgimiento de la conciencia a finales de la Grecia clásica, en el contexto del Anaxágoras que demuestra como el sol es un elemento y el aire una materia, mientras Protágoras tiene que marchar al exilio para acabar vencido por la filosofía de Platón.
En Parmiggiani el arte, como la vida, son portadoras de un núcleo de dolor. A la incertidumbre de la existencia, al desorden consustancial a la vida, es necesario oponer un orden conciente, una fe en la razón que roza la omnipotencia de la actividad de las neuronas, un culto a la responsabilidad para con el afuera –la culpa incorporada al ser social, que es más o menos acentuada según las circunstancias del lugar o tiempo en que se vive–, ya sea hacia el prójimo o la sociedad en que se habita o la vida humana o la vida del planeta… Parmiggiani es un hombre que sufre. Ya en el prólogo se habla de la visión humanista, romántica, renacentista de Parmiggiani…
Ahora bien, en la reiterada oposición antropomorfismo/virtualidad, advertimos junto a Claudio Parmiggiani un signo de nuestro tiempo. Este aparece al examinar de cerca el estado de la visualidad en el mundo contemporáneo.
En la esfera biotecnológica, por ejemplo, a la que hemos estado haciendo referencia, el impulso escópico o de visibilidad ha alcanzado el paroxismo como dijera Braidotti, puesto que prima un criterio que parece asegurar que nada puede escapar a la vista. Este principio, que se halla contenido en toda representación, se acentúa según Braidotti en el universo del bio-poder. Braidotti trae a colación el libro de Jean Baudrillard, Llé change symbolique et la mort, ícono del pensamiento contemporáneo posestructuralista, y en el que se asegura que el significante tiene prioridad sobre lo representado, tendencia que al parecer marca el triunfo de la imagen, o mejor dicho, de la representación o hiperrepresentación, dando lugar a un objeto de consumo escópico, mientras el objeto representado aparece profundamente ausente (como “el cuerpo”, “la mujer”, “lo femenino”, etc.).
Una de las frases que caracteriza al pensamiento postmoderno: “somos constructos”, sirve para enterrar al individuo tras oleadas discursivas que conforman un Frankenstein de numerosas y variadas nociones genéricas ad usum, hiperrepresentadas y alienadoras de lo particular. Tanto la moda de hoy, como las maneras de reconocimiento entre personas que poseen una juventud relativa, denotan esta percepción que opera según rasgos distintivos y clasificables o simplemente denominables de forma provisional, y que pocas veces conlleva una intención de verdadero acercamiento al objeto “observado”. Esta, una paradoja latente que dice algo acerca de nuestra época, nos permite sin embargo una subversión constante de los paradigmas culturales hegemónicos, mediante el rejuego ininterrumpido de sacarlos a la luz, en esa combinatoria siempre negligente que tiene más de paródica que de fidedigna.
Pero retomemos el cuerpo para hacer una acotación pertinente junto a Braidotti en torno a su visibilidad: la guerra moderna no tiene en cuenta al cuerpo como tal en cuanto variable política, ya que sus consideraciones versan sobre cuestiones relacionadas no al individuo, o a la muerte del individuo, sino con nociones como masa, exterminio, etc.
Esta primacía de lo visual es sin embargo otra de las características del mundo actual frente a las cuales de nada sirve sobrerreaccionar con apocalípticas sentencias. Siguiendo una tendencia contenida en lo que llamaremos eventualmente el espíritu contemporáneo, la actitud más apropiada sería la de confeccionar mínimos planos guías a partir de circunstancias poco flexibles.
Dejando rabietas a un lado, aquellas características del entorno que no pueden ser eludidas por resultar demasiado inherentes al mismo, han de ser convertidas o utilizadas a nuestro favor, mediante una resistencia que nos ayude a ir desarrollando nuestras vidas sin pretender negar de palmo estas condicionantes, realizando cartografías emergentes que nos permitan sortearlas, dinamitarlas tangencialmente y/o encontrar en ellas algunas posibilidades ventajosas a nuestros fines en consecuencia también emergentes.
Según nuestra experiencia puede hallarse en la juventud de hoy algunos de los rasgos distintivos de este ser humano que ya ha dejado atrás incluso la ilusión de la desilusión y habita un plano individual efímero, de temporal consistencia. A él –algunos de nosotros–, portador de una conciencia otra que en ocasiones a algunos de nosotros nos cuesta apreciar, se nos delinea en las “Conclusiones” del libro Nietzsche y la filosofía, de Gilles Deleuze. En ellas, donde se habla de la historia del hombre como la historia del nihilismo, negación y reacción, se contempla el término de la misma en la transvaloración posible que haga de la negación una fuerza transmutada en activa. Un cambio de cualidad de lo negativo hacia la afirmación. La negatividad como negatividad de “lo positivo” forma parte de los descubrimientos antidialécticos de Nietzsche, al decir de Deleuze. La afirmación aparecería entonces como única cualidad de la voluntad de poder. La acción, el devenir activo, como identidad creadora, alegre potenciación; a un lado el miedo o el temor al azar.
Claudio Parmiggiani es uno de los artistas plásticos de mayor relevancia universal hoy en día, cuyo renombre se encuentra avalado por una trayectoria artística y una obra de exquisitos valores. El sueño de la razón engendra monstruos, el insomnio de la locura, titanes, escribe Damaris Calderón en un poema. Entre titán y monstruo, más allá o acá de los excesos y arcaísmos ilustrados que percibimos en su pensamiento –recordemos que las creencias de un Tápies, por ejemplo, nunca afectaron sus intensos cuadros–, Parmiggiani es ese excelente artista que nos deleita con su expresión plástica.
Su arte, cuanto más intensa es, más es lo que debe ser y no lo que debería no ser, al decir de “Ni literaria, literaria”, puesto que no remite a ningún sentido, no dimana de ningún sentido. De igual modo su literatura, cuanto más literaria es, más es lo que debe ser y no lo que debería no ser.
Sontag dijo una vez acerca de arte: La obra de arte, considerada simplemente como obra de arte, es una experiencia, no una afirmación ni una respuesta a una pregunta. El arte no sólo se refiere a algo; “es algo”. Una obra de arte es una cosa “en” el mundo, y no solo un texto o comentario “sobre” el mundo. En este sentido las piezas de Parmiggiani, en la medida en que son más artísticas, más literarias, es decir, que son “algo” en sí mismo, y no una explicación de algo, resultan magníficas muestras de arte y literatura contemporáneos. En cuanto a la mirada de elucidación, aquella que asoma en algunos de sus textos poco literarios, hemos expuesto ya nuestras objeciones.

notas


(1) Tratamos este término aquí no tanto en su acepción más común, sino en aquella que pone en evidencia una oposición entre las fuerzas de reacción y de acción, y que utilizamos en varios momentos de este artículo. Véase
Gilles Deleuze. Nietzsche y la filosofía. Editorial Anagrama, 2002. p. 63-64.
(2) Claudio Parmiggiani. “Silencio a voz alta”. Estrella, sangre, espíritu. Editorial Arte y Literatura, 2007.
(3) “Los pueblos europeos han ensayado ya toda la baraja de las ilusiones. Ahora se trata de la última ilusión: la ilusión de vivir sin ilusiones”, pronosticó Gasset en conferencia sobre Goethe. Citado por Fernando Gil Villa. El mundo como desilusión. La sociedad nihilista. Ediciones Libertarias, 1999. p. 11.
(4) Claudio Parmiggiani. “Meditación en tiempos de guerra civil”. Estrella, sangre, espíritu. Editorial Arte y Literatura, 2007. p. 71-72.
(5) Ibídem. p. 71.
(6) Ídem.
(7) Ídem.
(8) Ídem.
(9) Ídem. p. 70-71.
(10) Claudio Parmiggiani. “Arte conceptual”. Estrella, sangre, espíritu. Editorial Arte y Literatura, 2007. p. 44.
(11) Claudio Parmiggiani. “Trágico”. Estrella, sangre, espíritu. Editorial Arte y Literatura, 2007. p. 47.



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parte 1:


exergo desliz
guillermo daghero,
2 poemas inéditos
josé Kozer,
3 poemas inéditos
nailé piñeiro,
4 poemas inéditos
lorenzo garcía vega,
3 minicuentos inéditos
carlos m. luis,
muestra de mónadas y minusdramas, de reciente publicación en libro (2007)
clemente padín,
4 poemas
mario cervantes,
5 poemas visuales inéditos
time gaze,
3 poemás asémicos inéditos
alejandro arango,
teatro inédito: El patio de mi casa o The flesh failures.


parte 2:


exergo desliz
andrés ajens,
dos entrevistas:
la poesía chilena no existe, y por demás no es buena, por ernesto gonzález barnet; entre vistas a ajens, por desliz.
manuel lópez oliva,
escrito sobre la piel:
fundamentación del performances por Nelda Castillo;
obras plásticas a partir de Escrito sobre la piel
juan carlos flores,
muestra del proyecto Vegas,4 poemas en versión sonora del disco Vegas town
y la versión texto correspondiente al mismo nombre,
Fotos tomadas durante la estancia del poeta en Vegas
kmilo valdés fortes,
4 obras plásticas*
liz,
silabeo táctil: 5 poemas
javier moya hernández,
proyecto arquitectónico de templo evangélico en
>Centro Habana (Cuba)*
rafael villares orellana,
5 fotos


parte 3:


exergo desliz
juan carlos castillón,
la bilbioteca de los libros perdidos, reseña inédita
abel,
la nueva arquitectura, constataciones de un desplazamiento, artículo inédito
carlos aguilera,
Canetti, un Mapamundi..., reseña, versión inédita
marguerite duras,
20 de mayo de 1968: texto político sobre la fundación
del Comité de Acción Estudiantes-Escritores;
La vía de la alegre desesperación,entrevista de claire devarrieux a marguerite duras
lázaro saavedra,
muestra Galería I-MEIL; Manifiesto de Galería I-MEIL
convocatorias del proyecto desliz:
convocatoria mail art desliz;
convocatoria al I concurso artístico-literario desliz,
convocatoria texto desliz

un suelto:

tres textos de Cuarto de máquinas de jorge alberto aguiar
tres fotos de orlando luis pardo lazo

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Archivo Digital Artístico-Literario desliz 1 (parte 1):
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Archivo Digital Artístico-Literario desliz 1 (parte 2):
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Archivo Digital Artístico-Literario desliz 1 (parte 3):
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Archivo Digital Artístico-Literario desliz 1 (un suelto):

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Proyecto desliz

Los creadores de desliz gustamos del disfrute de diferentes manifestaciones
artísticas y/o literarias en una misma muestra. Nos placen incluso las interacciones entre los distintos géneros y sus tradicionales especializaciones, siempre que estas comprendan un desliz. Y logren eso que no se sabe bien qué es ni cómo ocurre que solemos llamar a grosso modo la expresión artística. O literaria.

El proyecto desliz tiene dos formas de manifestarse, que resultan
complementarias: la revista Archivo Digital Artístico-Literario desliz -de
frecuencia semestral-, y el proyecto artístico y literario desplazamientos,
que consiste en una muestra itinerante de autores y propuestas mediante la
sucesión de varias presentaciones (curadas por el equipo desliz), que se
llevarán a cabo en el periodo de seis meses, entre revista y revista, en
tantos lugares públicos e instituciones culturales como sea posible, dentro
y fuera de La Habana.



Cada viernes a las 3:00 p.m. en la Casa de la Poesía. Muralla 63, entre Oficios e Inquisidor. Habana Vieja.
Talleres, conferencias, desde junio hasta septiembre de 2007.



Preguntas para Lizabel Mónica

Por Lien Carrazana Lau

Tomada de La Caja de la china 4

1.Has pertenecido a varios proyectos literarios y también participaste en el taller Salvador Redonet y Onelio Jorge Cardoso, pero recientemente te graduaste de la carrera de Historia. ¿Qué te aportó la experiencia en los talleres y proyectos como la Revista Cacharro? ¿Cómo influye la carrera de Historia en la literatura que escribes?

La experiencia de los talleres suele ser diversa, según el taller de que se trate. Estos suelen ser lugares de interacción en el que se pone al descubierto y se comparte un trabajo que es en sí mismo solitario e íntimo. Ello es algo que da riqueza al suceso, el descarnar lo íntimo y desacralizar un poco la experiencia de la literatura. Al final, después de un periodo de sana promiscuidad literaria donde se cuenta mucho con la opinión de la gente, y en especial de la gente del taller del que se forma parte, se vuelve a estar con uno mismo, se vuelca uno nuevamente hacia lo individual del escritor porque se asume que es esta la única forma de hacerlo. Para entonces ya se arriba a la escritura como un espacio de soledad, pero una soledad a la que se acude ahora con total seguridad de que es ella estrictamente necesaria al escribir. Margarite Duras decía en una entrevista que hay que estar solo para hacer literatura, pues el que está solo habita esa especie de delirio donde nada detiene al individuo que escribe. Esta es la soledad de que hablo, una soledad en la que uno se topa, de regreso, conque ha estado todo el tiempo en esa esfera pública que suele separarse arbitrariamente de aquella “privada”, esa donde seguimos siendo y no somos más que animales sociales. Nuestra potencia de individuos, con toda su carga política –hablo del término en sentido amplio-, es la que sale a flote cuando escribimos desde la soledad. Es ella también la que alimenta nuestra energía para los proyectos culturales que concebimos y en los que participamos. La Revista Cacharro(s) fue para mí una importante experiencia desde varios sentidos. Fue mi primera vez en el trabajo de hacer una revista. Pudiera decirse que fue proporcional el disfrute al esfuerzo de hacerla. Ahí también el trabajo conjunto sentó un importantísimo precedente para proyectos futuros. Una experiencia grata en muchos sentidos aunque también difícil en otros. Cacharro(s) es también, a nivel personal, algo para recordar entre amigos.
No estoy segura de poder decir cómo influye en mi escritura la carrera de Historia. Pero para mí en la Universidad, al menos en la de Cuba, donde el nivel de libertad para elegir o especializarse dentro de una materia general –como Historia, Filosofía, Filología, etc.– mientras se estudia es nulo, los estudios terminan siendo un más o menos aséptico almacén de conocimientos. La verdadera parte electiva donde interviene el entusiasmo y las preferencias particulares del estudiante comienza tras la carrera, cuando se va a trabajar para alguna investigación de iniciativa propia, ello en caso de que ocurra. En cuanto a mí se refiere, todos los conocimientos almacenados, alimentados con otras lecturas que no hallé en la carrera, contribuyen más bien en una formación personal que saldrá de una forma u otra, ya lo sabemos, en todo lo que cree.

2.Has obtenido varias menciones y el Primer Premio de Cuento Erótico Farraluque 2003 con el cuento “Los mismos ojos”, así como el Primer Premio de Poesía Erótica Farraluque 2007 con el poema “Lo mórbido palpable”, ¿Te interesa fundamentalmente la literatura erótica? ¿Cómo ves el tratamiento del erotismo en la literatura cubana?

Me interesa todo tipo de literatura. La erótica es una temática que a veces trabajo, por ser parte fundamental de la vida, tan importante y vital como otras. Tiene sus atractivos, no obstante. Pienso como Néstor Perlongher, uno de mis escritores baluartes, que tras la revolución sexual de los años sesenta y setenta en América Latina no vino sino un conservadurismo pacato que hizo del sexo una “cuestión de salud”, poniéndolo en manos de médicos de toda índole –desde el moderno sexólogo hasta el sicólogo y el epidemiólogo-, en un gesto global que consiguió dejar a un lado asépticamente el asunto. Es cierto que no podemos convertirnos en animales del roce repentinamente, pero muchos de los semas subversivos que se habían introducido con aquel movimiento fueron silenciados, llevándose de nuevo hacia el altar de occidente la indentidad heterosexual monogámica, con sus tradicionales presupuestos de familia blanca productora, que engordara eficazmente a una clase media consumidora y satisfecha. Entonces, todo lo que se había hecho por cambiar la forma occidental de concebir el sexo y la diversidad de tendencias y prácticas sexuales se vino al piso, otra forma de decir que volvieron a ser marginadas, dentro de una inclusión que comprende la política de zonas de tolerancia y manifestaciones públicas mediante permisos con anticipación. En fin, no pretendo darte una lección de historia, sino decirte que hay mucha tela por donde cortar a la hora de acercarse a la problemática de lo erótico en la sociedad contemporánea. Esa es la razón por la que es este otro de los temas con los que trabajo.
En cuanto al tratamiento de la temática en la literatura cubana pienso que por fortuna existe hoy, gracias a la revolcada de los años noventa, una gama más amplia en la que tenemos a autores y autoras trabajando específicamente dentro del espectro de la diversidad sexual, como es el caso de Pedro de Jesús, por poner ejemplos, que ataca directamente la heteronormatividad en sus cuentos, así como Ena Lucía Portela y Ana Lidia Vega, que han trabajado en el tema desde varias de sus piezas. Ha habido también el sano brote de esnobismo con este asunto, y una afloración de textos y autores que sentían que no podían dejar de tocar el tema. Más allá de esta moda literaria, e incluso dentro de ella, de usar lo homosexual o la libertad sexual en los textos nacionales, supervive también por supuesto el tratamiento más conservador que reproduce los esquemas machistas y heterosexuales a la hora de tratar lo erótico en la literatura. Debo apuntar que otro de los motivos por los que me interesa esta temática es el de las voces femeninas acalladas en la práctica sexual de Occidente, específicamente en contextos tan machistas como lo es el de nuestro país y Latinoamérica, donde la mujer en lo erótico es confinada a zonas de sumisión o de empalago amoroso, subordinado en general su goce al otorgamiento de placer para el otro, ese otro a las orillas del cual el ente femenino se ve obligado a articular sus discursos.

3.Con respecto a los géneros y clasificaciones dentro de la literatura, he leído textos tuyos que abordan el homoerotismo, ¿Cómo ves estas etiquetas (Literatura gay, literatura negra o racial, literatura femenina, etc.) las consideras necesarias o meros convencionalismos? ¿Qué opinión tienes de la literatura escrita por mujeres en la actualidad?

Te he contestado ya un poco esta con la pregunta anterior. Tengo un solo texto donde trabajo la homoerótica como temática, Homosexualmente virgen, y que además trabaja otros temas como el de la mujer sometida por la heteronarmatividad oportunista. En este cuento el hombre aparece decidiendo por la mujer –mucho más joven que él- si irá o no a encontrarse con lo que vendría a ser su primera relación homoerótica. El cuento transcurre como una fantasía persuasiva de él para decirle que no irá ver a la otra, y esta conversación se desarrolla mientras ella cocina para ambos. Lo que quiero decir es que me parece un poco exagerado hablar de lo homoerótico como una temática, menos como un subgénero. Podría hablarse de la temática homosexual en todo caso, o de la temática lesbiana o bisexual, pero enfocar el asunto desde la erótica es a mi modo de ver una forma de enmascaramiento. En torno a este tipo de clasificaciones o subclasificaciones, pienso que funcionan como herramientas para la lucha política de las minorías en cuestión, es bueno que existan en tanto deben tenerse en cuenta estas problemáticas, es importante constatar las diferencias que son ocultadas en las prácticas cotidianas, donde el modo de vida a semejanza del sujeto blanco occidental y hombre es la norma. Una política inclusiva que por mucho que la deseemos hoy concierne más a la utopía que a la praxis, se ha visto que conduce inexorablemente a la dilución de la diversidad pues en el conjunto estandarizado emerge sin trabas el paradigma dominante. Esto lo hemos visto en el caso de Cuba, donde la política seguida para con las minorías en un intento de borrar las diferencias por la fuerza y desde arriba, no ha hecho más que perpetrar los prejuicios y hasta contaminar a las instituciones con ciertas formas de discriminación sostenida. La mujer y el negro, por ejemplo, quienes tuvieron desde un inicio el apoyo del discurso político oficial, y cuyas luchas políticas fueron aplazadas por la lucha a nivel macro, la “lucha del pueblo”, han sufrido un serio estancamiento en su calidad de factor social activo, puesto que sus discursos propios han sido escamoteados por un discurso mayúsculo que no los abarca, que los mantiene maniatados en pos de la falsa representación de un conjunto en el cual siguen siendo hoy el otro innombrado. Resumiendo, me parece que son necesarias estas clasificaciones en tanto espacios políticos activos, con su carga de subversión y recordatorio de una diversidad ocultada por el discurso hegemónico. Estas mismas potenciaciones de estos grupos sociales, potenciaciones de gran alcance subversivo por su resquebrajar el discurso convencional, es ya una ganancia para la literatura. No obstante, me parece importante aclarar que considero las clasificaciones y géneros como una terminología que no define per se la calidad literaria del texto que nombre, ya que cada texto es o no un buen texto literario. Vuelvo con Margarite Duras para decir que aunque nadie sabe qué es un libro, en cambio si se sabe cuándo se tiene un libro delante. Estas categorizaciones deben además ser políticamente activas, es decir, no quedarse encerradas dentro de micropolíticas que se muerdan la cola, sino trascenderse a sí mismas, propiciar cambios y transformaciones cuestionadoras que ayuden a evitar la conformación de una identidad fija, una suerte de micronormativa rígida; en otras palabras, no perder su carácter subversivo, su carácter de potenciador social.
La literatura escrita por mujeres en la actualidad es variada, como variadas son las voces femeninas que la confeccionan. En Cuba pienso que se hallan en plena forma muchas de las mujeres que están escribiendo ahora. Quizás no seamos mayoría, cuantitativamente hablando, pero cualitativamente ocupamos hoy un lugar hasta cierto punto privilegiado con respecto al otro sexo. Ana Lydia Vega Serova, Karla Suárez, Reina María Rodríguez, Damaris Calderón, Ena Lucía Portela, casos tan prometedores como Yordanka Almaguer por mencionar algunos nombres de los que ya están en la palestra pública, nos dejan bastante satisfechas en un somero balance de género. No obstante apuesto, acercándome a Virginia, por una literatura andrógina, esa que alcanza un lugar poco sexuado donde confluyen no ya ambos sexos, sino también toda una gama de identidades poniendo en juego una lúdica de lo (in)posible.
Acoto que la cantidad de mujeres que escribe en Cuba está restringida de antemano por las mismas razones que han condicionado siempre a las mujeres como las productoras por excelencia de la sociedad: el doble trabajo, el peso de la crianza de los hijos, cosas que en países como Cuba suelen tener las agravantes de la acentuación de los roles de género, la deficiente infraestructura nacional y la carencia económica.

4.Escribes poesía y narrativa simultáneamente, ¿En qué género te sientes más a gusto o con mejor desenvolvimiento?

Esta pregunta es interesante (más para mí que para ti y los lectores, pienso) porque siempre miro con asombro retrospectivo el escribir poesía. Desde niña escribo cuentos, y luego seguí escribiendo cuentos. Leía poesía pero me parecía imposible escribir nada que pudiera llamar por ese nombre. Pensaba todo el tiempo en forma de relatos o narraciones, cualquier reflexión mía era susceptible de ser transformada en un cuento. Luego, no puedo decir cómo, una noche empecé a escribir poesía y estuve una semana pegada a la computadora incluso por las madrugadas, escribiendo poemas. Salió un libro malo, que algunos tuvieron la desdicha de leer –y yo tuve la desdicha de que lo leyeran- del que no obstante todavía hoy me gustan algunas cosas. Fue el principio de una nueva relación, mi relación con la poesía, que a partir de entonces se hizo mucho más intensa incluso en lo que atañe al hábito de lectura. No siempre escribo en ambos géneros simultáneamente, sino que a veces tengo períodos de poesía o de narrativa. En estos momentos me hallo en una etapa de simultaneidad.
Me siento tan a gusto en uno como en otro género. Ahora estoy intentado hacer una suerte de simbiosis entre ambos con algunos textos. Los géneros no son estructuras fijas, sino arquetipos móviles que van transmutando con el paso del tiempo y las transfiguraciones de la mirada humana. Por otra parte, las formas de ver cada género literario son tan diversas como subjetividades autorales existen. Cada cual genera sus propios modos de definición para cada género. Considero que hoy más que nunca la narrativa y la poesía se acercan y pueden comunicarse en un diálogo enriquecedor que alimente en definitiva a la creación literaria. Estos textos híbridos que concibo comienzan a funcionar en ese encuentro entre mis visiones de uno y otro campo, en un choque dinámico entre diversos géneros, diversas hablas, diversas lenguas.

5.Actualmente tienes un Blog personal en Internet, donde colocas información, entre otras cosas, sobre tu trabajo creativo, háblame un poco al respecto. ¿A qué crees se deba que últimamente haya tanta efervescencia de Blogs literarios y de opinión, así como revistas digitales independientes, cubanas e internacionales?

El blog es una excelente idea que brinda la oportunidad individual de compartir(se) con los otros, por ello creo que puede ser un espacio importante para el escritor y el artista, quienes suelen depender de terceros para llegar a lectores y público. Esta es una de las buenas cosas de Internet, que permite que toda persona que posea una máquina y una conexión pueda expresarse libremente y llegar a otros con facilidad. Hablamos del amplio espectro de la esfera global. Lo que quiere decir que si no puedes moverte de tu país sí tienes la posibilidad de establecer relaciones con otras personas de diversas partes del mundo. En nuestro caso se trata de conocer lo que se hace por allá fuera, así como dar a conocer lo que hacemos desde acá. En dos días de fundado el blog comenzaron a llegarme mensajes desde Moscú, Estados Unidos, España… Varios escritores se pusieron en contacto conmigo a través del blog. Algunos cubanos emigrados o escritores que entran y salen de la isla, tienen un blog que hace las veces de diario o revista, donde publican trabajos de todo el mundo, incluidos los cubanos que aún estamos dentro, propiciando un espacio de confluencia para la literatura contemporánea. Puedo mencionarte de los escritores cubanos a Jorge Alberto Aguiar, con su Fogonero Emergente (Diario-Revista de Literatura y Pensamiento), y Santiago Méndez Alpízar, quien mantiene su blog Efory Atocha (Página de Literatura Arte Opinión y Esparcimiento). Estos espacios son importantes sobre todo para poner en contacto a los creadores emigrados con los de adentro, así como al campo literario cubano con la actualidad latinoamericana.
Mi blog es personal, lo utilizo para colocar mi propia literatura, algunas líneas noticiosas acerca de acontecimientos culturales de por acá, textos literarios y de opinión de escritores que me interesan –pueden ser textos que me interesan aunque no me interesen del todo los escritores-, apuntes escriturales salidos de mi propia cotidianeidad, fotos hechas por mí y por otros, imágenes de pintura contemporánea, entre otras cosas meramente informativas como concursos nacionales e internacionales y carteleras de los cines principales de La Habana. Es un sitio que actualizo mensualmente y que he nombrado paladeOinDeleite, por ser este el fragmento de un verso mío que denota bastante mi forma de acercarme a la literatura.
Creo que la efervescencia, como le llamas, de blogs y de revistas digitales viene aparejada a la extensión y uso de esta tecnología, tanto en Cuba como en el mundo. En nuestro caso en particular pienso que el hecho de que algunos dispongan de esta posibilidad que es Internet –sin pasar por alto que es aquí difícil incluso el poseer una computadora- ha hecho que muchas personas se acerquen a la informática desde las múltiples maneras que crea la sociedad civil para traspasar los límites oficiales.

6.Estás en contacto con varios escritores jóvenes y con otros proyectos de literatura, pero la realidad del panorama literario cubano suele ser un tanto elitista, ¿Cómo ves el contexto literario actual en el país? ¿Qué opinión tienes sobre los concursos como casi única vía de acceder a otro status dentro del terreno literario?

Es cierto que los concursos suelen ser casi la única vía que poseen los escritores noveles para la publicación de sus obras. Al menos es así desde la escasez de papel que asoló a las editoriales nacionales. Esto no quiere decir que sean del todo una mala vía para quienes escribimos y enviamos, pues aunque sabemos que el concurso es una apuesta a ciegas sobre los gustos literarios de un jurado, es una forma de dar a conocer el trabajo de los escritores que por falta de currículo e influencias no puedan dirigirse a una editorial. Creo que el problema no estriba en el concurso como vía –creo que son necesarias cuantas vías sean posibles-, sino en el modo de utilización de la misma. Hacen falta más concursos, pues mientras más concursos tengamos más posibilidades de diversidad de criterios a hallar tendrá el escritor que depende de los concursos. Un par de concursos sólo puede contribuir a que se siente cómodamente a descansar sobre ellos la élite más alabada del campo literario de la isla o de la provincia o del municipio. Por otra parte no se puede decir que todos los concursos literarios sean honestos, que lean todas las obras y que no privilegien de antemano a tal o más cual amigo escritor. El elitismo existe en todo sitio, para ello la única herramienta de desvío es la diversificación, el propiciar que exista mayor cantidad de oportunidades.
Sin embargo no es la falta de una política adecuada para con los jóvenes escritores lo que más me preocupa del contexto literario cubano de hoy, sino su conservadurismo y falta de interés por la renovación. Esto está relacionado con el aislamiento, puesto que las lecturas del escritor que vive en la isla son sumamente insuficientes. Reducida la política editorial casi exclusivamente a la producción nacional –y dentro de ella a la producción nacional de quienes ya han sido publicados y republicados con anterioridad-, del contexto internacional, incluso del latinoamericano, solo contamos desde nuestras librerías con lo que algunas colecciones publican por considerarlo clásicos de la literatura universal que pocas veces coinciden con la literatura contemporánea y menos con la literatura que se realiza actualmente en el mundo o en nuestros países vecinos. La unión de poca información y el desinterés por abrirse a tendencias más frescas, llevan inexorablemente a un anquilosamiento que se hace más grave en tanto se reproduce una apreciación literaria monolítica y demasiado rígida por parte de quienes son llamados a ejercer como jurados en los concursos.

7.¿Cuál es la pregunta más idiota que te han hecho –aparte de esta–?

Me parece que aún no me han hecho la pregunta suficientemente idiota.

8.¿Por qué te interesa escribir cuando hay tantos escritores en el mundo y la mayoría nunca serán ni la chancleta de Borges?

¿Me pregunto si Borges usaba chancletas? En cualquier caso, escribo no porque me interese, sino porque creo que puedo hacerlo y entonces comienzo a interesarme.
No creo que haya un solo gigante literario en el mundo, y tampoco creo que haya un solo pie de dónde colgarse. (La literatura es un fenómeno social, y por desgracia podemos decirlo hoy, un fenómeno de mercado también. Por tanto no podemos ponderar a nadie sin olvidar que existen otros, tan bueno o mejores, que jamás siquiera tendrán oportunidad de ser tenidos en cuenta. Ello sin hablar de que nuestras referencias cambian de continuo, y que Borges no ha sido siempre considerado como el mejor escritor latinoamericano ni lo será toda la vida. En mi caso particularmente, si se trata de seguir los pasos de algunos, puedo nombrarte otros caminantes, incluso de la lejana Argentina, que me atraen más que Borges. Escritorcillos tan curiosos como Oliverio Girondo, Alejandra Pizarnik y Néstor Perlongher por citar algunos, Macedonio Fernández, Rodolfo Walsh, César Aira para rellenar con otros; esto sin hablar de los más jóvenes.
¿Y si no llego a ser leída en mi país por suficientes congéneres como para que puedan llamarme “conocida”? ¿Y si no me llega a publicar ninguna editorial extranjera? ¿Y si no escuchan de mí en lugares lejanos a esta isla tan fuerte y tan seguido como para que pueda sentirme laureada y satisfecha de haber tomado otra de las banderas del pico? La verdad es que me importa, pero me importa menos. Me importa más despotricar en el papel unas cuantas palabras desconcertadas y provocadoras, me importa más pasarme el tiempo que desee haciendo lo que deseo.

9.¿Qué significa ser cubano para ti?

La conciencia de haber nacido y pasado una buena parte de mi vida –aún no sé cuánto- en una nación demasiado joven y demasiado en pañales. Esto y todas las repercusiones personales que conlleva.

10.¿Alguna vez te sentiste discriminado? ¿Por qué? ¿Cuándo?

Varias. Es difícil no sentirse discriminada cuando se es mujer, bisexual, cubana, latinoamericana y tercermundista. Y aún así pienso que es difícil no sentirse discriminada… Lo he sido también por ser joven, por no saber inglés o francés o alemán, por no tener la ropa adecuada en el lugar adecuado, por no repetir lo que varios decían, por ser delgada, por saber poco, por saber mucho, por ser demasiado blanca, por no gesticular cuando hablo, por tener gestos demasiado femeninos, por tener gestos poco femeninos, por no afeitarme las piernas… La lista es demasiado larga, creo que es mejor poner la consabida etc. y parar.

11.¿Crees que el Arte y la literatura cambian el pensamiento del mundo?
El arte y la literatura no suelen cambiar el mundo, más bien son cambiados por él. Existen sitios específicos para la supervisión y distribución del arte. Tanto el mercado como la Institución son los encargados de recepcionar el arte, clasificarlo y darle luego un criterio de valor para la venta o exposición en museos o editoriales o salas de concierto. El artista suele encajar entonces en ciertas etiquetas prefabricadas a tal punto que cuando se sienta a escribir, si su intensión es vender, puede preguntarse si va a trabajar para el mercado de la mujer o del ejecutivo, para el mercado europeo sobre frugal literatura europea o para el mercado europeo sobre literatura exótica de países cuya realidad esté tan alejada del europeo medio que termine por parecerle fantástica y en general maravillosa –en esta última categoría suelen entrar algunos escritores cubanos y del llamado boom latinoamericano-. En este contexto el artista que pretende hacer por sí mismo, que además quiere intentar la transformación o subversión del pensamiento occidental hegemónico, tiene que enfrentar la preocupación que hizo que Joseph Beuys luchara por un arte fuera de las paredes del museo. Aunque hoy necesitemos de menos estridencia y mayor astucia política, es importante la búsqueda de nuevos gestos-espacios, lugares que la institución literaria y el mercado no hayan inventariado aún, posibilitando además el que sean tomados y dirigidos por el propio artista. En este terreno cada cual elabora sus propias estrategias. A mí me interesa trabajar con el performances, o como lo nombra Tania Brugueras en un intento por dar movilidad a un término ya asumido por la institución, el “arte de conducta”. Este propicia un intercambio vital entre el público y la literatura vista desde otra óptica, una óptica que trascienda las ediciones y el papel impreso como instrumento tradicional de un poder-saber.
Creo sin embargo que hay una relación interdependiente entre las manifestaciones artísticas y del pensamiento y lo que suele llamarse la sensibilidad de una época. Esto hace que las corrientes del arte y la literatura rompan un poco la linealidad establecida y contribuyan a enriquecer una experiencia colectiva. Por tanto, mi respuesta no es del todo negativa.



NOTAS RÁPIDAS SOBRE LA EXPOSICIÓN PLÁSTICA DE ULISES URRA.

por Liz

Exposición “Fuera de nada”
Artista Plástico: Ulises Urra
Galería 23 y 12.



"El verdadero arte tiene el poder de ponernos nerviosos."
Susan Sontag


Galería 23 y 12. Dentro.


Desde la puerta del local un custodio, de pie y posicionado en el paso de entrada, hace obligatoria la petición de un permiso de acceso. Es 23 y 12, el local probablemente menos visitado de los que conforman el circuito de galerías oficiales del Vedado. Poco asidua la farándula, así como la crema y nata del arte en La Habana a este espacio sin aire acondicionado, deplorable infraestructura y deficiente atención al público interesado, es este un sitio en el que al entrar el lugar de la exposición se confunde con otros espacios interiores, suerte de intertextualidad que no corre por cuenta del artista. artista . Un cubículo preparado aparentemente para la venta de pequeños cuadritos y serigrafías de artistas plásticos archiconocidos, inexplicablemente cerrado al exterior, presenta su parte trasera abierta al espectador que acude a la exposición de la galería. La oficina donde los trabajadores "especialistas en arte" esperan ansiosamente su feliz fin de la jornada laboral de cada día también está abierta hacia el final del local, sin apenas transiciones, de manera que hay que reparar en el cambio de ambiente –luces (al parecer el ahorro de electricidad va por cuenta de los ojos de los espectadores), buroes atestados, ruido de ventiladores...– para detenerse en seco y comprobar que aquella habitación no es parte de la muestra, que es "otra cosa". De ella sólo salen los trabajadores del local –en este caso se trata de dos mujeres– para a)poner a funcionar el video que sólo verá aquel que se decida a preguntar si el apagado del aparato se debe a una rotura del equipo; b)para expulsar a los visitantes que se encuentren aún dentro de la galería cuando los relojes de mano de estas trabajadoras anuncian las cinco de la tarde, hora oficial de cierre del centro.

Dentro-fuera. La exposición de Ulises Urra
Fuera de nada tituló Ulises Urra esta muestra, en la que uno se topa a la entrada con algunas columnas formadas por un solo libro: Manual del Miliciano de Tropas Territoriales, edición cubana de 1981. Acudí a la exposición atraída por una frase, una frase histórica mencionada por el artista en la entrevista promocional de la televisión cubana. Decía que uno de los móviles de su propuesta era aquella frase famosa de las Palabras a los intelectuales: "Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada."
El suelo de la galería se halla atravesado por líneas que lo delimitan, circunscribiéndolo así al plano conceptual de un terreno de operaciones. Varias series de cuadros, agrupados por conjuntos similares en paredes independientes, han sido comúnmente denominadas como Ejercicios, y designadas por un número a la usanza de un libro de texto básico o manual. Una de estas series utiliza imágenes ampliadas del manual miliciano como base de un colorido abstracto de técnica mixta que recuerda el grabado manual y la salpicadura. Otra presenta imágenes a las que se ha sobreimpreso, en algunos sitios precisos, diferentes tipos de mirillas de disparo. Hallamos también una silla, que sorprende por ser el único objeto de la muestra –aparte de lo que preferiríamos llamar manuales lúdicos, y de los cuales nos ocuparemos más adelante. Esta, sin embargo, lejos de clasificar como un mueble de formas simples, utilitario y racionalista, es por el contrario poseedora de ese estilo que en un país signado como el nuestro por una ideología invasiva de las fronteras individuales –ideología que intentó reconstruir sobre las ruinas de antiguos límites nuevos trazados de terreno según un lenguaje de guerra bipolar –, podría ser calificado sin miramientos como burgués. Sin embargo, sobreinterpretaciones aparte, acotamos nuestra incertidumbre acerca de esta silla. Aunque ubicada en el centro de la muestra no estamos seguros de valorar acertadamente su presencia en la exposición. Es tal la desidia en la galería. ¿Podría ser la silla del custodio?

De todo. Las concepciones críticas de Urra
Al final del recorrido, sobre una especie de mesa, el espectador encuentra numerosos tomos únicos del mismo manual. Este ha sido adulterado, metamorfoseado, truqueado por el artista y sus ayudantes. El video, ubicado junto a estos ejemplares, nos devela una sucesión de apariciones precedidas por el nombre en pantalla del personaje-ayudante que observaremos cortar, pegar y en definitiva rearmar un nuevo manual personal del miliciano confeccionado con recortes de diferentes materiales impresos, ya sean revistas extranjeras de moda y actualidad, fotos, revistas nacionales, etc. El artista aparece en pantalla persuadiendo para el trabajo a cada aludido, explicándole el "método" escogido, y por último entrevistándose con él mientras ocurre el performance. Siempre en interiores, una muchacha, un travesti, un combatiente veterano, un trabajador de ponchera particular que resulta ser mudo, una “buzo”, son los entes elegidos. Confundiendo las fronteras entre el arte y la vida, entre lo culto y lo popular, Urra se vale de su lenguaje conceptual para proponer, por medio de la polisemia del discurso, límites móviles que canalicen el diálogo en torno a la diversidad dentro de la sensibilidad contemporánea.
Se despliega el rejuego desde la apropiación y el entrecruce de diversas construcciones históricas más o menos hegemónicas –el lenguaje oficial de un Estado inmerso en una máquina defensiva, el lenguaje-glamour que se teje en torno a las estrellas de Hollywood–, con otros discursos minoritarios como lo son el del gay, el mudo o la vagabunda.
El discurso de Ulises Urra reta, en el entorno de un coqueteo que parece caracterizar al arte postmoderno, y que se da entre la eterna moribunda modernidad y la neovanguardia, los tópicos de sujeto y subjetividad, genio y creación artística, así como los conceptos de autenticidad, originalidad y orígenes, todos ellos enmarcados en la fraseología institucional, corresponda esta al museo o a la tradición de las bellas artes. La obra homenaje a Tristan Tzara –uno de los fundadores del movimiento dadaísta, siendo nihilista por principio, y que no obstante se uniera más tarde a la Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial para sumirse tras ella en una preocupación constante por la realidad–, parece confirmar ciertas ambivalencias esteticistas. La palabra "vanguardia", oscilante entre sus connotaciones militares y artísticas, aparece pues ante nuestros ojos entre otras frases específicamente militares y menos ambiguas, dando a la muestra la gota de sal del autoemplazamiento artístico por medio de un discurso autorreferencial del arte sobre el arte. El título Ejercicios, para algunas series de cuadros, constituye también un gesto que acompaña este desapego irónico en la lúdica discursiva de Urra.
En los ejemplares "armados" por manos individuales del manual miliciano encontramos de todo. Collage grotesco de prácticas culturales, estos objetos-instalaciones, una de las propuestas más interesantes de la exposición, no logran sin embargo superar la mera burla y, desbordantes de choteo, se abstienen de llegar a consumar una propuesta artística alternativa. Son precisamente estos manuales los que dinamitan la muestra, dejando la impresión más fuerte al espectador: la chocante superposición y encajamiento de imágenes varias, que se quedan dando vueltas sobre sí mismas, sin mezclarse, fijas y carentes de resemantizaciones posibles... No hay pie a la confusión: si alguien nos pregunta, podemos responder fácilmente: "¿qué hay en esos cuadernos rearmados?", "hay de todo: estrellas de cine, prácticas militares, fotos viejas de aviones, de barcos, propaganda consumista, etc.". Las partes no se fusionan para engendrar a terceros. No ha habido transmutación, nadie se puso nervioso.

Notas:

(1) Es de mencionar además, que una vez que ya se está delante del material fílmico que forma parte de la muestra, los cristales desnudos de la galería se reflejan irremisiblemente en la pantalla del televisor, introduciendo al documento visual del artista una muchedumbre que espera ansiosa su ruta en lo que suele ser una parada de ómnibus pocas veces vacía; más los niños que aprovechan los portales para deslizarse en carriolas inventadas una y otra vez frente a nuestros ojos que pocas veces lograrán conservar la espontánea concentración. Este espectáculo es también sonoro puesto que con el objetivo de suplir la falta de ventilación del local la puerta de la galería permanece abierta dejando pasar al interior todo el ruido ambiental que la rodea. Aún así este se ve matizado a su vez –al menos mientras duró mi visita– por una estruendosa conversación entre el custodio y una mujer que acudía a ratos a su encuentro.





Fernando Pessoa

Hablas de la civilización, y de que no debe ser,
o de que no debe ser así.
Dices que todos sufren, o la mayoría de todos,
Con las cosas humanas por estar tal como están.
Dices que si fueran diferentes sufrirían menos,
Dices que si fueran como tú quieres sería mejor.
Te escucho sin oír.
Si las cosas fuesen diferentes, serían diferentes: esto es todo.
Si las cosas fuesen como tú quieres, serían sólo como tú quieres.
¡Ay de ti y de todos los que pasan la vida
queriendo inventar la máquina de la felicidad!>



III
Pasaje del cerdo



Asomada.
Mi cabeza atisba por la ventana. Veo ciudadanos que deambulan la ciudad.
(Un anciano flaco, alto, planchados y desteñidos pantalones militares, camina leyendo un periódico. Bajo sombras rupestres de árboles plantados al borde de la acera.
En su brazo una bolsa característica para comprar víveres; andar lento y tambaleante.) Los ciudadanos. Van por las calles en bicicletas. Van por las calles en algunos pocos autos. Van por las calles a pie. Mi cabeza, asomada.
La bicicleta sale. De enfrente. De enfrente a mi ventana-cabeza. Hace un giro. Dobla, se incorpora. Un hombre anónimo (delgado, bigotes), lleva un cerdo que no chilla.
Cuelga una masa alargada y estrecha de carne roja. Blanda.
Es una larga lengua, del cerdo muerto.
La bicicleta se detiene para dejar pasar a una mujer que trae a su hijo de la mano. Luego continúa; atisbo hasta que puedo el colgajo largo que se aleja por la calle. (Es cierto, no hay bulla ahora; he visto pasar el silencio.)
Entro.
Me siento a escribirlo.
Ya al final escucho algo que recuerda al chirrido de un cerdo. El sonido se acerca, pasa: bicicleta cuyo engranaje chillía, falto de grasa.
También, chirridos incesantes y atormentadores de parque infantil.
(Columpios de hierro.
Por un rato el chillido de algún cerdo alterna con columpios que se mecen.)



I
Cuello



chillidos de cerdos.
ahora, al escribir la frase “chillidos…” no los escucho;
alguien diría:
“para escribir sobre los chillidos del cerdo debes hacerlo mientras se oyen, mientras taladran tus oídos”.
hay muchas formas de oír.
hay pocas formas de oír esas frases “que taladran mis oídos”. no suenan para mis oídos.
los chillidos son…
aún cuando no se escuchan, aún cuando se oyen en la sensación
de un atolondramiento de palabras en la cabeza -la imagen de una maciza cabeza de cerdo por cuyas orejas brotaba (aunque ya seco) el hilo de sangre hasta el cuello extirpado, del extirpado cuerpo. sobre el manubrio de una bicicleta conducida por otro hombre anónimo sobre bicicleta anónima otra cabeza anónima de cerdo-.
los chillidos no martillan hacia dentro.
sino que están van.
en algún punto de la cabeza.
van están en ese punto.



II
Mujer sobre cartulina



torso de mujer con tirantes
en los hombros
delgados y tirantes
el cuello fino
–quiero decir estrecho, filoso en la cartulina-
luego un medio rostro ladeado
en la cúspide del cuello
un rostro filo
–quiero decir estrecho,
finado-
medio rostro con boca pequeña roja
reluciente.

no es verdaderamente un torso
sino medio torso.
bajo el cuello completo, el principio de tirantes
el principio de hombros huesudos
-medio torso-;
bajo el cuello intacto, finado, el pintor obvió los huesos
que sobresalen
en la raíz del cuello femenino.

medio rostro con boca
cuello
medio torso
es una invitación del pintor
a la obra expuesta
en alguna sala
-cartulina flexible que uso de marcador
para mi libro
que dejo
cuando el chillido de cerdo acontece-;
pienso que es evidente
que hay algún
matadero
frente a mi ventana.











Vapores


lo que en esa goteja raspadura
de barba humedecida el azulejo, o azul –
ejo de barba amanecida, lo
rociado de esa puntillez, el punto de
esa toca, en el rocío
de esa punta que se raspa, o gota
que lamina: porque la mano que ávida raspa, como una barba, el ejo
azul de esas axilas, o esos muslos –se divisan los muslos en
la bruma
de humo, en el vapor de esa
corrida: toca rozada, rosa
el lamé, el “por un quítame de allá esas pajas”, o manotazo
de mojado, papas
de loma en la fundidad, o el resbalón
de esas acaloradas mangas, como fleca
de sudo: o esa transpiración de la que toca, tocada, ese tocado
ese tocado de manuelitas y ese jabón de las vencidas, sofocadas esa
respiración entrecortada, como de ninfas
venéreas, en el lago de un cuadro, cuadriculan; cuadran, culan
en el kuleo de ese periplo: porque en esas salas, acalambradas
de lagartos que azules ejos ciñen, o arrastran, babeándose
por los corredores de cortinas, atrapalhada como una toalla que se
desliza, o se deja caer, en los tablones
de madera, mad, que toca, madra, toca lo madrastral de ese tocado,
casi gris; pero que en su puntilla, a-
caso deja ver algo? se trasluce esa herida de manteca que el gollo,
o ese fólego, fuellante, en una oreja que no se ve
o no se sabe de qué cara es, en ese surco
que no se ve, esa arruga
de la transpiración: azoteas de lama,

donde el deseo en, suave irrisión, se hace salpicadura…






esta carpeta es supuestamente para fotos. es decir sólo imágenes atrapadas por el ojo detrás del ojo, ¿no?
no. las palabras también en ellas -a veces más "fotográficas" que las "imágenes" tomadas, a veces menos, a veces nada; y en otras solo palabras las imágenes-fotos, y en otras silencio aquí y aquí- puede ser que ponga también pinturas, o deslicez del lápiz, del oleo, del acrílico, del graffitti, o traducciones fonéticas de los mujidos citidianos que también pueden dejarse en el blog...
en fin, estas son tres de mis "fotos" urbanas. sugiéreme la(s) tuya(s)... ya veremos.

Las fotos publicadas:
"ventana a la derecha subiendo desde barrotes"
"ventana rota tras ventana"
"panoramica de edificio tras reja y limite de pared"




A mitad de habitación



Limpia
se distiende
la armazón
simbiótica


duras las patas
en madera


silla en composición anfractuosa
disfuncional


convivir con las cuerdas
sobre las sentaderas
con las cuerdas


no hay entusiasmo alguno
hacia morir
convivir con las cuerdas
es muerte ininterrumpida,

con vivir con las cuerdas
basta



desánimo



knowledge of the oppressor
this is the oppressor’s language

yet I need it to talk to you

Adrienne Rich



rumiar hacia lo no dicho, hacia lo por decir
estimadillas de mujer que no seca cabellera
larga
por si vulgo tropiconeara añadido
peluquín de feria por trenzado mayor

sin embargo
tocado la esterita de ocasiones
enjuego lagrimero
de excitada
y sucintamente, aunque a contrapelo desigual
o a contrapelo
instigo
mis mediaciones

con la otra
ama
hacia el desánimo



hasta morirla

A Nailé

Marañana.
Una marañana,
Una marañana lisa y de domingo
El roñostro ticuestre de una
Carne
En la marañana tiesa y cubierta de decúbritos andrógimos


Este último verso una crisálida Que fuga
Hasta la pared Aquel hueco nominable De yeso y restos, Deshechos Y
contenedores, Piernas, ojos
y yemas podómetras giros a medianitud-

Lo parpared palpable mórbido
Concomitantes signos en ondas descompuestas
Tiras de
Carne

Anexos
Sus pistilos contráctiles

Sus tierra adentro
Sus cabeza abajo en huella

De una flor
No arriba
Sino
En huella
Dentro de la raíz de sombra
Bajo adentro
Tierra adentro

Foso inmerso finitos toda
Boca
Todo monto poroso
Gorgóneo y colomo brote
Cristaliza
Lomórbido palpable


–Asebia de la mañana lisa –
Erecto
Terco
Lacra de interinos centros
Germen a sorbos de internieblas
En esterilidad
Hasta exhalar la tierra

hasta ingerir la tierra

–Impacto del pasmos de mancuerda Baja
Esté la llaga estar Cualquier ego de sangre microazar
sapiensa
sepiensa
A cruces
La sed de sed sectarias–

Toda boca
Lo mórbido palpable, concoide
Las tensas sendas
Los reflujos
Lolaslos de la carne
Sinúflagas de estera (de la cocina sin mesachiquita de café o las
metonimias
por años de casados)

Toda boca

pestillos táctiles lenguiformes
Y fértidos
Su mosto alul vetado
A cada honda,

Hace que la vena alucine sangre en todo vaciado
Por somlocuas noches de alcanfor
croar vértigos intrahumanoides

morder estar en la llaga
Sudante pulso es pasmo de rojo
Rostros de mancuerda (más cuerda)

en la piedra bajo el agua

Más cuerda, más cuerda, más cuerda
Todavía más
Rostros arrastrando
El cosmogozo
El ver del ser poroso torso de finitos abrazos

Toda boca
El amor terco a todo
Lacra
Lo tanto

–Gorgóneo soliloquio de cabrilla
Sacrificio de centro
costraeje
Hasta exhalar Ululas de interbrillos fijos
Hasta exhalar la tierra–

Multillamas lenguas
Excreencias
Axilas
Bultos
Lodo
Sesca
Mies corriente

Descalsado

Huesos cogirantes

Desagues no menos que otros

Hasta
El destiempo
Hasta
El destente neutro
Hasta morirla



Del carajo o la muerte de la amiga de la Filo


La muerte de la amiga de la Filo

Conservar la calma. Es necesario. Es útil. Es la única manera para no dejarse arrastrar. Por el desgaste. De lo cotidiano. Es necesario conservar. Calma. Cuando una cosa lleva a otra y otra, y otra a otra. Detener la rueda, mirar. De ser posible aún tomarse entonces el tiempo necesario para recobrar el distanciamiento.
No montarse en el tren que sigue andando paso pesado nunca llega transita por los páramos muertos del tiempo que se anuncia: “El tren del tiempo”, que se enarbola arrollador de todo: “El tren de la vida”. Es necesario si es necesario tirarse del tren.
Ir a pie. A donde sea. Buscar otro transporte. (Sin transporte mejor. Sin destino mejor. Sin salida también.) El interín. Se la pasa una en el interín y no cabe la experiencia sin estress (¿cuándo llegaré al bohío?); interín: desde una cualquiera ventanilla trenzada sucia está la vista plañida y mórbida de los páramos muertos, del desierto without destinos, without salidas, without means or anything.
Cargar con el tiempo muerto propio. (Como si fuera lo único a conservar.) (“El páramo muerto de la vida”); mirar al vacío sin pensar-sentir que ese vacío nos corroe el tiempo; lanzarnos al vacío desde el tren-tiempo tren vida sin concluir “que ese vacío”… Es enfermizo el horror-vacuis. Enfermosnos(h)izo. Iza e iza el horror…
“Mi querida Filomena: No podré ir a verte estas vacaciones. He perdido el tren. ¿Sabes?: últimamente nada sale bien. Estoy a punto de mandarlo todo al carajo…”
El querido filo de la amenaza se enuncia desde la vacante.
La vacante se enuncia en pos del filo y es fallido el intento de vacante encuentro predestinado… por tren.
La pérdida del trensidio un ultimatum: fila de malsalidos en la estación. Desesperada ante el todo hay un impulso aún de mandarlo -¿en tren?-, “el todo”, hacia el carajo (un destino sin destino, lugar inubicable, inexistente, el no/destino –sin llegadas ni salidas-).
Y esta es una antesala fatal para los posteriores puntos suspensivos.
“Mandar todo” al carajo es usualmente traspolado por la muerte en sí misma (“Tomé las medidas necesarias para acabar todo de una sola y rápida vez”).
La querida de filo se enfrenta al páramo muerto agazapada, “muerta de miedo”, y su imagen es la de una mujer compulsiva que se arranca los pelos. (“Estoy mal, muy mal. Al borde de todo y desesperada. Sin saber. Me arranco los pelos.”)

Del carajo

Filomena querida, le informamos por esta, sus amigas habaneras, que nuestra entrañable compañera común, siempre visitadora de las tierras orientales en su mes vacante, no podrá esta vez tampoco --sabemos que el pasado año perdió el tren, y conoce usted de su desdichada suerte-- acudir a verla.
Lamentamos comunicarle que la muerte ha sido con ella. Y ha sido realmente lamentable observar su cuerpo deshecho en la línea, tras el paso de hierro.



Sota y Kafka



A 8 le dijeron que Sota era muy parecida a lo que fuera en un tiempo la ciudad de Kafka.
Se lo dijo 3, y le explicó que todo lo que pasaba en Sota sería visto después de la misma forma en que fue vista después la ciudad de K1. También le dijo 6, que andaba con 3, que esto probaba que la historia –perdón, dijo historia con h mayúscula–, que la Historia era cíclica, y ahí fue que 8 se rascó el hocico (tenía una nariz muy pequeña que él mismo gustaba de llamar hocico) y advirtió que con todo eso del determinismo, sistemas dinámicos, los atractores y fractales, era posible hacer una maqueta y hasta meterla en una cajita nada compleja… Dicho esto comenzó a mover los brazos para imitar un movimiento caótico, aunque sólo logró asemejar a la centrífuga de una fábrica de embutidos o quizás más bien el movimiento mecánico del muñeco de moda.
Pero a 3 no le satisfizo la respuesta, y le exigió a 8 un criterio de peso, un argumento sólido. 8 entonces prorrumpió en una mueca francamente indescifrable, y por un incómodo segundo, los tres se observaron con la certeza de la absoluta incomprensión.
Luego 8 volvió a abrir la boca para exponer su punto de vista.
Que era este: la Historia es algo más o menos semejante a un nido de pájaros.
3 y 6 rieron. 8 les dijo que ellos eran “como huevos”. Y que bajo ellos se encontraba la paja. “La paja, , pues lo notable no está arriba, señores, sino bajo el nido, adonde van desperdicios y gusanitos…” dijo 8. “Y son precisamente estas las más importantes cosas.”
Al 8 decir esto, 3 comenzó un movimiento intermitente en la ceja izquierda, algo así como un tic nervioso. 8 se fijó en esto y durante algunos segundos sólo pudo articular las consonantes pl juntas, repitiéndolas al unísono con movimiento en la ceja de 3. Hasta que esta se detuvo por fin para subir considerablemente con su ceja pareja logrando una perfecta expresión de asombro.
Sólo entonces 8 pudo continuar:
“La paja, a la que como se sabe resulta difícil poner orden y encontrar peso –aquí 8 puso cara de circunstancias– los cobija a ustedes, los huevos, hasta que llega la hora en que debieran salir del cascarón…”
–Una vez pronunciada la última sílaba de esta palabra, la ceja de 3 volvió a temblequear nerviosamente durante algunos segundos–.
“Pero la H mayúscula no deja que nadie salga del cascarón. A ella no le conviene que la dejen como paja miserable”, explicó 8 y abandonó repentinamente su cara de circunstancias por una de payaso, echando antes de seguir una sonora carcajada en la cara de 62.
“La H (es decir, la paja), hace que los huevos (ustedes) siempre tengan en la cabeza esa idea fija del pájaro; aunque cuando quieran n-H-acerse, toda la paja (H) se alce para darles el mínimo empujoncito que les haga escacharse en tierra junto a la pestilencia característica en los huevos al reventar. A la paja (la Historia) no le convienen los cascarones rotos-fragmentados-vacíos, que quedan cuando nace de ellos algún animalillo protoalado. Si logran salir pájaros”, decía 8, “la paja (h con mayúscula) los cubrirá maternalmente para partirles las alas antes de que puedan emprender vuelo”.
8 tensó la mano e hizo un gesto rápido sobre el brazo de 3.
3 retrocedió y levantó su otro brazo para amenazarlo.
“A la paja tampoco le conviene que toda clase de criaturas logren finalmente sobrevolarla”, siguió 8. “La H o paja prefiere cadáveres protoalados. Es algo retorcida, ya ven…, y lo peor es cuando se la trata con seriedad… se sabe ya lo difícil que es buscar agujas en pajares…; en fin señores, que lo que puede hacerse es permanecer en paja como en casa, haciendo como quien investiga, retozando edénicamente entre pajillas y agujitas”, concluyó 8 poniendo punto y aparte al asunto.
3 esbozó algo que por un momento pareció una sonrisa de complasencia. Luego, tras acercar su cara de sorna a 8, le hizo una última pregunta antes de marcharse y dar por acabado el diálogo:
–“¿Pero es Sota igual a la ciudad de K, o qué?
También 6 dijo a 8, haciendo un guiño cómplice a 3,
–“¿Sota es kafkiana, o qué?
“No es la misma paja señores, no es la misma paja…”, masculló 8 y volvió a rascarse el hocico, ahora con violencia; se extrajo una pajilla de su nariz chata y estuvo un rato observándolos dudoso, como si de un par de huevos inquietos se tratara.

1 En este caso no pudimos determinar si 8 se refería nuevamente al célebre sociólogo Kafka o a Kundera, filósofo austriaco autor de Sobre el problema del método en la psicología del pensar y La sociedad abierta y sus enemigos. Es posible que 8 aluda con esta cita al criterio de Kundera de distinguir entre estipulaciones científicas y no científicas por medio no de una noción de sentido, ni de lo confirmable, sino de un juicio o principio de “falsabilidad”.

2 Debemos dejar constancia de que en esta carcajada de 8 predominaban las letras p y l, extrañamente mezcladas con las convencionales j y e.



Habitación para dos


Abajo la calle se hace oír. Chillidos. Interjecciones.
(Espectáculo bufonesco en pequeño teatro de municipio; o sonido de pollos hambrientos en un granero abandonado…)
El sonsonete nocturno de la ciudad de Sota llega con esas voces resonando desde los percudidos y marchitos callejones.
“En su misma casa y con un niño… Cuando el marido no estaba, yo los vi subir…, yo la vi…”, insiste Teodora con membruda voz de boxeador, “cuando él no estaba…”.
Desde aquí la escucho. Voz regia empotrándose a las paredes añejas de la casa -“yo los vi”, ruge-, palabra hosca que se hinca entre persianas bajas, develando el cristal nevado y sorteando cortinas –“la vi”, ruge. “Con un niño”, ruge.
La oigo echada sobre mis cojines como gata doméstica que desconoce a sus antepasados. Pero me inquieta. Y ya siento venir el ruidillo del bostezo que es como un botar de aire seco en Teodora, como una conclusión. Conozco su rutina, una vez hecho el penúltimo gesto, Teodora grita exhalando bilis de baños públicos y fondas para viejos jubilados de Sota: “Ya no hay quien tenga vergüenza en estos tiempos”; después de esto saca un pañuelito tornasolado con ribetes de hoz, y lo pasa suavemente por su único labio, hasta dar pequeños golpecillos a la lengua rugosa apenas asomada.
Puedo visualizar cada uno de sus gestos de memoria, cuando se trata de la vieja Teodora. Puedo verla en esa esquina, rodeada de algunos buenos vecinos, ansiosos de saber y discutir las últimas novedades íntimas de los buenos vecinos no presentes. Siempre despunta la voz ríspida de Teodora, sus maneras hoscas, ese modo de sacudir las palabras como si fueran silloncitos de mimbre recién extraídos de su amplia gutural.
La oigo y puedo imaginarla gesticulando en contracciones.
La oigo y es lo mismo que verla ahora cuando está a punto de gritar su frase de punto y aparte… Abandono mis oídos a la espera.
Pero no es esa frase, sino otra, la que sale en un nuevo rugido de leona vieja que disfruta lanzándose sobre el pasto silvestre; “deja que se entere su marido”, fue esta vez la última frase de Teodora.
La lucecita tenue de un bombillo cae sobre el libro. Él lee con aparente interés. Luminiscencias amarillentas del alumbrado público y de las otras casas penetran la habitación a oscuras.
Oigo al grupo de hombres hablar en la esquina. Gritan. Se ríen. Hay palmadas acompañando las risas —suenan aparatosamente, se me ocurre que son grandes las manos que chocan y este pensamiento me hace recordar al despertador, ese sonar repetitivo.
Aquí hay silencio. Es decir, ni él ni yo hablamos. Sólo pueden escucharse las voces del grupo de hombres en la calle.
Es extraño no oír la voz de Teodora, o más bien es extraño escucharla y saber que ahora duerme, pero que una la siente gesticular y arrugar la cara, una la ve testarudamente como zarandea las palabras, las estira y las coloca en series que ella reclasifica continuamente: “sinvergüenzas”, “mujeres de ley”, “niños que se aprovechan, claro, qué niño es bobo como para dejar ir la oportunidad…, y su marido…”
Lo miro.
Lee.
De repente levanta la vista y su mirada es severa, esquiva.
Oigo nuevamente el bostezo seco de Teodora al terminar la frase.
¡Teodora vieja de mierda, cállate!
Despierto. Y por un instante me parece que he despertado en la esquina; las paredes que me rodean son esas paredes ajenas en las que tantos hombres se recuestan a hablar por las noches y donde se arrinconan las parejas de madrugada. Donde Teodora apoyó seguramente el pañuelito de hoces contaminado de esa saliva pastosa que su lengua expone cuando sale a recibir golpecillos de tela tornasolada… Es sólo una mala impresión, las paredes entre las que estoy pertenecen a mi cuarto.
Me levanto.
Hay silencio abajo en la calle y también aquí arriba.
Pongo mis rodillas sobre el suelo y las separo.
Me toco. Él se vira en la cama, pero aún duerme. Pienso en el otro. Es entonces que mi cuerpo convulsiona. Halones.
Luego el único halón rápido desde los pies hasta el vientre. Subiendo por mi espalda…
Pienso en el silencio que me rodea de repente; he dejado de oír la voz de Teodora, tampoco oigo el reloj sonar (veo la manecilla avanzando segundo tras segundo sin dejar lugar a dudas: el tiempo avanza).
Sin embargo el silencio es completo… Me agarro la cabeza y apretando las sienes logro volver a escuchar, primero la voz de Teodora, luego el reloj…
No ha habido orgasmo.
Y todo es nuevamente disfuncional en mi cuerpo. Soy otra vez una cosa torpe y sin sentido entre las paredes de una habitación de dos. Otra de las miles de habitaciones para dos que hay en la ciudad de Sota.
Después de un rato escucho otros sonidos. Aquellos sonidos: alguien hace el amor en la calle, roñosamente, en la escalera probablemente sucia de un edificio vecino.
Gimen.
Cierro las piernas.
He vuelto a escuchar a Teodora gruñir explicativamente: “allá arriba, sí, la vi con un menor, cómo se puede ser tan sinvergüenza, su marido es un tipo atractivo, hay mujeres que no hay que respetar, con un menor de edad, mi Dios divino, mi diosito bueno y puro, protector de Sota, con un menor de edad la sinvergüenza…”.
Yo la oigo y la oigo.
“Con un menor… cuando el marido no estaba”.
Y la oigo, “sinvergüenza… por eso le dije a él”.
Y la oigo la oigo la oigo hasta en los sueños, vieja de lengua áspera.
Él se mueve en la cama, ahora su cara ha quedado frente a mí. Abre los ojos, me mira. Intento imaginar cómo luzco. He babeado, recuerdo. Seco la saliva y cierro la boca. Me mira.
Encender la luz, pienso.
Enciendo la luz. Encuentro el despertador y hago que deje de sonar.
Él se levanta. Esquiva mi roce.
No he dormido bien, digo. Se acerca a la ventana y levanta la cortina; mira a través de las persianas.
–¿Por qué? –pregunta.
Contesto a media voz, como si hablara conmigo misma, no sé…, me parece haber estado oyendo el despertador toda la noche…
No responde, calla. Escucho ansiosamente agarrándome la cabeza hasta que vuelve a preguntar.
–¿Regresas a las seis? ¿Dime a qué hora?
Silencio. No lo miro. Me da la espalda y se encierra en el baño. Pienso que quizás se masturbe. Termino de vestirme.
Me toco un poco, sólo un instante.
Echo una ojeada desde la ventana, la esquina permanece vacía a estas horas. Un muchacho lampiño de espaldas estrechas acaba de aparecer y espera.
“Eso le dije...”, sólo para mi grita Teodora reminiscencias fragmentarias de sus frases, “por eso le dije a él...” repite la voz ronca en mis oídos.
Bajo las persianas y salgo a buscar la escalera de la calle. A mis espaldas lo siento abrir la puerta del baño, encaminarse hacia la ventana.