Miami anda revuelta, como siempre, me dice un amigo.
¿Y la Habana? También. Constantemente. No sólo va revuelta sino que llega a ser a veces una verdadera revoltura.
No, no como huevos revueltos; con tanto cojón suelto las claras y las yemas no se revuelven -revuelcan- sino que se unen en una salsa pastosa, inocua. Da ganas de devolver, no de revolver, y nunca de volver.
Para quienes nos visitan por vez primera, con un poco de paja y propaganda de paja en la cabeza pajuza, la ah vana, es un castigo divino, casi, en primeras impresiones -y en impresiones nacionales, no cabe duda, téngase al periódico Granma como referencia-, una tortura medieval cuando se cobra cabal conciencia de dónde se han puesto los pies.
Somos de primera. Y si me dejas el revólver te vuelo la cabeza. O te paso la mano. Te pongo la mano ahí, Macorina, donde te gusta, donde te duele. Goza pelota.



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