Hace unos días publiqué una protesta y su convocatoria para evitar la presentación pública del autor que pretende exponer en la Bienal Centroamericana de Arte 2008 la muerte lenta de un can por inhanición. Ha habido una recogida de firmas al respecto. A raíz de mi pronunciamiento una lectora y amiga -o amiga y lectora, nunca se sabe- me pide escriba sobre lo acontecido en la galería Servando Cabrera -23 y 10, una de las más céntricas de La Habana. Necesito los detalles, le digo. ¿Qué detalles? Pues, pienso un poco antes de responder ante una amiga-lectora, el nombre del autor de la pieza, la contextualización de la misma dentro de la muestra, los otros nombres también, y claro, el responsable de curaduría. Responsable de la curaduría y responsable de la acción son una misma persona, me dice Elena, mi lectora-amiga. Más tarde lo confirmo: Píter Ortega.
No se trata de escribir sobre la muestra expositiva la revancha (la crítica cubana se dedica al arte), si consideramos o no de interés la propuesta de crítica y arte que permanecerá en galería hasta el próximo 5 de abril. No hablamos de arte ahora. Nuestra intención es denunciar un abuso, el abuso del animal letrado del ser humano, y dentro de este, el artista -una animal de características más particulares-, sobre otros animales. Nuestra dicusión quizás se extienda a otros debates existentes, de los cuales no hablaremos. Un gallo, un toro. Si el arte importa aquí es por su nombramiento, por su carácter de razón bajo la que se ampara un acto de abuso determinado. Este de que hablamos, el de Píter Ortega, que colocó el pasado 21 de marzo una pelea de gallos en la galería, a manera de inauguración de una muestra de arte. Sabemos que los gallos bien entrenados pelean, si pueden, hasta alcanzar la muerte del contrario. Sabemos que el animal humano puede llevar sus asuntos hasta las últimas consecuencias. Así ocurrió en la galería, donde uno de los gallos, echados a pelear, casi muere bajo los picotazos del otro hasta que protestas y pedidos del público fueron suficientes. No tenemos mucho más que decir; sólo que un abuso, que suele ocurrir cuando se ejerce sobre otro algún poder del que ese otro carece, es aún de amyor desagrado para quien suscribe si se trata del abuso a resguardo de razón moral alguna o ideal, para decirlo con una sola y elocuente palabra. Si ese ideal es el arte, qué más pudiéramos agregar.



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