Ooo, sí; no tengo dudas. La poesía debe escribirse como prosa. Debe ser novelada. Debe pasar a ser materia viva. Debe, en suma, colarse en la ficción, salirse del poemario.

También debe salirse del libro.

Si coincidimos en que un poema es más político que una novela o un cuento (y esto es tema para otro post), su política se ve sin embargo reducida, o más bien confinada, al círculo de lectores de la élite letrada en la que además, los lectores de poesía son unos pocos.

La poesía, como poesía, no sirve para nada.

Todavía una novela sale, se despliega entre las manos de gente desconocida, ve rumiar y agrietar su cuerpo entre la multitud. Salvo la suerte de ceremonia de culto que es una reunión de spoken word, la poesía no experimenta, por lo general, nada parecido. Si tiene suerte, el texto-poema irá a parar al Festival de Medellín o a las manos de un oscuro crítico o estudioso que le trasvasará a otro oscuro medio de prensa para iniciados o a lectores de tesis académicas.

El poema debe convertirse en la nueva novela.

La novela debe recibir al poema como paradigma.

El poema ganará lectores. La novela verá su dimensión política crecer. Hoy la manera de ser político es arropando la circunstancia personal, leyendo en público la experiencia como un mantra que conjura la estandarización. (O hablando en jerga: la subjetividad menor, llamar a una huelga de la literatura domesticada por el capitalismo tardío.)

La poesía debe convertir a la novela en un largo, profuso poema en prosa.

La nueva novela debería poder ser leída en público, gritada en público, susurrada a los oídos de desconocidos en el metro de New York o en las estaciones de policía de La Habana.

La poesía debería poder descargarse en mp3, pasarse de mano en mano en mp3, ser reeditada en mp3. Esta poesía debería poder agarrar a un coro de niños y/o de mujeres y/o de negros y/o de viejos y decir: "vengan acá, que les voy a contar una historia..."

Finalmente, hay que decirlo, la nueva novela-poema debería poder ser "representada" como performance. El teatro es la más política de las artes, decía Arendt. En su descripción del rol del teatro, uno puede leer/ver/escuchar la representación de una pieza en la plaza pública. Polis y teatro son indisolubles, parece que dice. El público es el final de la obra y es en el espacio público que la obra adquiere o no su sentido de trascendencia.

Una propuesta: si el texto que has escrito puede ser leído en el sidewalk o en la acera del barrio sin que tú y/o los transeuntes se conmuevan, vuelve a entrar a casa.

Regresa al retrete.

Arroja esa hojita de papel por el caño.

Permiso.