LA SENSIBILIDAD DE LAS IMRESIONES:
ENCUENTRO CON REINA MARÍA RODRÍGUEZ
Espacio Nexos (sede Alamar, Taller OMNI). El poeta Juan Carlos Flores invita, hace de portero. Escucharemos esta vez poemas de Reina María Rodríguez. Es tarde de sábado, 28 de febrero de 2009, oscurece fuera.
"Yo quiero trabajar con la arbitrariedad de las palabras", dice Reina, "con su carga efectiva". Su voz escurridiza, que parece a punto de extinguirse, viaja hasta nosotros socavando el silencio. La sala tiene el aire del grupo OMNI-Zona Franca; los objetos cuelgan, las paredes están llenas de semas que se detienen antes de alcanzar un objetivo inconcluso: media pierna de yeso desde el techo interrumpe la visualidad a la altura del rostro, hay graffitis por doquier, papeles pintados o escritos. Todo anuncia, y nada parece enunciar nada. Lenguaje de confluencia, lenguaje urbano. Lenguaje de arte hip hop, que en Cuba se hace sincrético, casi sintético, y a veces ininteligible. Pero denota. Se expresa. Ejerce el hábito de la búsqueda. Esto hace de OMNI uno de los proyectos más controvertidos del panorama actual en la isla, y sin embargo, quizá el espacio de más apertura y flujo del arte joven alternativo, no solo de La Habana, caracterizado por una curaduría que trabaja desde el tratamiento de arte y literatura en tanto acontecimiento vital, nacido y devuelto al ámbito de lo civil. Es en cualquier caso una propuesta viva, algo escaso y difícil dentro de la frialdad académica o la rigidez institucional que prima por estos lares.
"Un libro es como una casa", Reina se endereza en su silla, mira a Juan Carlos, vuelve la mirada de nuevo hacia el público. Flores le ha preguntado por la hibrido de los géneros en todos su . La lectura canónica o de género, es propia de la academia, es labor de los críticos. Virginia Woolf, una de sus admiraciones, es para ella una gran poeta. ¿Quién dice cuánto de novela hay en un libro de poesía?, ¿cuánto de poesía en una novela? Llámame Ismael, es un libro que estima, libro sin género. "Sus mañas", nacidas del oficio de años con el poema, arruinaron su intento de novela. Pese a ello considera que su incursión en el género narrativo le ha ayudado a lograr la limpieza de sus últimos textos poéticos –además de Tres maneras de tocar un elefante, Premio Ítalo Calvino 2004 de novela, la poeta ha escrito varios prólogos en la última década.
No le importa la teoría, nos cuenta, siempre trató de encontrar su propia voz. En sus primeros libros hay empastes de fragmentos disímiles, separados en el tiempo, pero superpuestos en un mismo poema. Ya no le obsesiona la edición como entonces, la cree incorporada en la escritura. Más que el trabajo con la forma, le preocupa llegar a cierta transparencia del texto, logro que reconoce poco frecuente en las letras cubanas, apegadas más bien a una tradición del oído, según nuestro legado cultural de Hispanoamérica. A Reina le interesa más que nada perseguir su libro. La celebración en vida, los premios, los títulos honorarios otorgados al poeta, constituyen todo un cuerpo de vanidad que no es nada frente a la entrada a ese territorio de los autores muertos, donde sólo permanece aquel que ha escrito el poema capaz de sobrevivirle.
LA TORRE UN ÚTERO
El poeta cubano al que se siente más cercano es Juan Carlos Flores. Para Reina María es este quien muestra una vía por donde es posible el desvío de la literatura nacional. "Sus poemas –dice– taladran en otra zona."
De su labor como coordinadora del espacio Torre de Letras aclara: "este negocio no es de cantidad, el que quiera buscar un libro tiene que pasar el trabajo de encontrarlo". Lo valioso de este sitio semi independiente radicado en la azotea del Instituto Cubano del Libro, es para Reina el brindar la oportunidad de que acontezcan algunos encuentros, crear un ambiente para los "verdaderamente interesados". La Torre, dice, nunca va a sustituir lo que fue la azotea de su casa, cita en los años noventa de los escritores más avisados de La Habana. No obstante ha tratado de hacer de Torre de Letras "un útero", lugar que sirva para reunirse y entrar en contacto.
La historia literaria de este país, recuerda, está plagada de estos pequeños núcleos que surgen en el tejido social; tal fue el caso de las tertulias delmontinas, que tuvieron lugar en el patio de una casa colonial, o los encuentros con Lezama en su concurrido apartamento de Centro Habana en el siglo XX.
Casi una hora hemos estado compartiendo con Reina María Rodríguez, y es poco. Aunque se confesara nerviosa, Reina ha cautivado a los presentes. Ha sido un encuentro encantador con esta autora que ya quedó para las letras cubanas y que tiene un sitio en los anaqueles de la literatura de latinoamericana. Con la ayuda de un anfitrión modesto, la poeta se vio motivada a explorar ante nosotros una experiencia personal con la escritura de más de 30 años, y a develarnos cómo se han expresado en ella las relaciones entre vida y poesía.
Se ha hecho manifiesto en este encuentro lo que Reina dice hallar en sus mejores textos y en las lecturas más intensas: "una sensibilidad de las impresiones".