"Es tiempo, en fin, de dejar de ser lo que no somos."
Aníbal Quijano
LATINOAMÉRICA SIGLO XXI
En una ocasión encontré en La Habana a un grupo de chilenos de
mediana edad. Iba con una amiga y ellos se acercaron con complicidad
turística: nos pensaron extranjeras. Aunque se dice que todo escritor
es siempre un extranjero, dondequiera que esté, y mi amiga y yo de
hecho lo somos, esta clase de incidentes me incomoda; lo que vino
después no mejoró la situación. Declaramos ser cubanas y nos
miraron incrédulos. Uno de ellos dijo entonces, señalando a mi
amiga, "pero pareces chilena", y luego, señalándome, "y tú sin
dudas tienes pinta de europea, luces como esos que vinieron a
colonizarnos".
Puede que haya reído con ganas, pero me dio pie a la reflexión.
Es probable que nuestro mayor rasgo identitario esté precisamente en
el encuentro de diferentes, en cierta extranjería que nos define. Tan
solo en el área del Caribe hay descendientes de chinos, franceses,
africanos, hindúes, ingleses y holandeses. Lo que conocemos como
América es fruto de un choque de culturas sin igual en la historia de
la humanidad. Pero no fue únicamente mixtura étnica.
NUEVA CONCIENCIA DE LA INCONCIENCIA
"nuestra historia es la orilla, el origen del otro…"
Octavio Armand
La experiencia colonial trajo consigo gran parte de lo que
consideramos hoy como nuestro entorno natural: capitalismo, generado
por la acumulación de riquezas más nuevas relaciones económicas
propiciadas por el Nuevo Mundo; un mapa global moderno, dibujado
alrededor de Europa, quien se hizo con el control del capital -el oro
proveniente de América-, sus medios de producción y las vías
comerciales, abarcando incluso las ya existentes de China, India,
Ceylán, Egipto y Siria; otra visión del mundo, que creó
clasificaciones fenotípicas de lo extranjero, la raza, y dio paso al
llamado “privilegio blanco”, a lo que se sumó la creencia de una
superioridad europea apoyada en la corriente evolucionista según la
cual todas las culturas transitaban por sucesivas etapas hasta llegar
a una sociedad similar a la europea, o dicho de otro modo,
“modernizándose”; la invención moderna del Estado-nación, con
sus instituciones de ciudadanía y democracia.
Desde entonces hemos buscado ser lo que no somos: la sombra de un
modelo donde paradójicamente siempre encajamos en el lado contrario,
donde somos de nuevo ese otro, el exótico, el habitante de Macondo.
LA OFICINA DE EXTRANJERÍA EN MACONDO
Cuando el colombiano José María Torres Caicedo, en el ya lejano
1875, reunió a las Américas española, francesa y portuguesa bajo el
nombre de "América Latina", por tratarse de tres lenguas de origen
latino, no imaginó que estás compartirían espacio con voces
minoritarias como el creole y las lenguas indígenas.
Cualquiera que eche un vistazo a los blogs de jóvenes en
Latinoamérica -teniendo por estos a quienes adquirimos la mayoría de
edad en el siglo XXI-, verá en ellos un nacionalismo cada vez más
pálido. ¿Es ello parte de la globalización y la pérdida de
patrones locales?
Hoy está claro que Latinoamérica no es una, y numerosos movimientos
y acciones reclaman en el continente la presencia de lo otro: aquí
hay lugar para el extranjero, lo mismo que para l’étranger, the
stranger, e incluso para Jupax q´araw -en aymara, ¡blanco
(extranjero, occidental) eres!
En algo tenía razón aquel chileno: en nosotros hay de colonizador y
de colonizado. Propondría hacer de ello nuestra carta de
ciudadanía. ¿Alguien se ha preguntado cuántos Aurelianos Buen Día
tendrían más de una nacionalidad de haber incluido García Márquez
una oficina de Extranjería en Macondo?
Foto: Katerina Seligmann